Parte
1
Néctar en un colador
emprano
en la tarde del 22 de mayo del 2005, Antonio y Lilia llegaron
a los serenos paisajes debajo del puente de los Geysers; un
sitio perfecto para un paseo dominical, y mejor aún
porque son tan pocas las personas saben de su existencia.
Pero al igual que la emboscada de una pesadilla en un sueño,
su día quedó hecho añicos por la escena
de una joven mujer que luchaba por su vida en un automóvil
estacionado cerca de ahí. El brazo de un hombre apretaba
ferozmente su cuello, y con el otro blandía un cuchillo.
Antonio
saltó de su auto. La joven mujer empezó a pedirle
ayuda a gritos. Él corrió hacia una de las ventanas
del otro vehículo, gritando y ordenándole al
hombre que se detuviera. Éste se volteó hacia
Antonio con una mirada asesina, maldiciendo y amenazándolo
con el cuchillo.
Temiendo
no poder hacer mayor cosa, y también por Lilia y el
niño que llevaban, Antonio volvió a su auto
y manejó rápidamente hasta la estación
de la Policía de Cloverdale. Nadie ahí hablaba
español. A través de un bombero que sirvió
como traductor, Antonio se apuró a relatarle a la policía
acerca de la mujer que pedía ayuda, sobre la ira asesina
del hombre que intentaba estrangularla, el barullo, ¡el
cuchillo en su mano!
Lo
que sucedió después es tan espectacular que
en un principio podría parecerle inexplicable a cualquier
persona. La Policía de Cloverdale sencillamente se
rehusó a reaccionar. Los agentes le informaron a un
estupefacto Antonio que el sitio del incidente (a sólo
tres minutos en radiopatrulla por la autopista) estaba fuera
de su jurisdicción. La excusa para no responder a un
asesinato en progreso era tan poco convincente que resultaba
impensable - especialmente en esta zona rural donde las agencias
cubren de rutina los llamados que reciben unas y otras. Por
el contrario, la Policía de Cloverdale llamó
al Departamento de Policía del Condado de Sonoma, aunque
el sitio, apenas unos metros fuera de la línea del
Condado de Mendocino, también está fuera de
la jurisdicción de ese Departamento.
Según
los registros del despachador, la Policía de Cloverdale
llamó al Departamento de Policía de Sonoma a
la 1:18 p.m. y el alguacil de Sonoma llegó a la escena
10 minutos después, a la 1:28 p.m.
Los
registros de la Policía de Cloverdale indican que a
la 1:29 p.m. el alguacil de Sonoma llamó de vuelta
a la Policía de Cloverdale pidiendo ayuda. Ésta
llegó a la escena a la 1:32 p.m. Es decir que la negativa
inicial de Cloverdale a reaccionar costó siete minutos
en tiempo de respuesta.
Cuando
el agente del Departamento de Policía de Sonoma revisó
el automóvil en la escena, halló adentro el
cuerpo sin vida de Haille y al hombre aún encima de
ella. El agente arrestó a Atticus Reynolds, de 27 años
de edad, por el asesinato de Jasa 'Haille' Anguillo, de 19.
Con
excepción de Atticus Reynolds, ¡nadie quería
que Haille muriera! ¡Nadie! Al conversar con personas
después del asesinato - desde funcionarios hasta transeúntes
- quedó claro que la muerte de Haille despertó,
aunque por corto tiempo, una agitada unidad en los corazones
de la gente. Sentían una pena profunda, y un gran asombro
invadió a todo el pueblo por el golpe de la muerte
de una persona joven. La gente intercambiaba miradas universales
con la absoluta claridad que esta situación nunca debió
llegar tan lejos. Es ahí, en esas profundidades compartidas
de nuestros corazones, sin importar de qué manera el
tiempo las entierre de nuevo en rutinas diarias e insignificantes
intereses, donde nuestro coraje debe unirse para hacer cambios,
para que esto no pueda volver a ocurrir.
Porque
no debemos confundirnos. Es probable que nunca se sabrá
si una respuesta apropiada por parte de la Policía
de Cloverdale habría salvado la vida de Haille o no.
Pero la absoluta renuencia de la Policía de Cloverdale
a responder al asesinato en progreso de esa joven mujer no
es más misteriosa ni inexplicable que los tantos casos
de fallas similares de otros oficiales, las cuales condujeron
directamente a dicho asesinato.
El
asesinato de Jasa 'Haille' Anguillo estaba en progreso y pudo
ser prevenido en muchos puntos. Y también lo será
el siguiente asesinato de otra joven mujer en nuestra comunidad,
cuya muerte, en este momento, ya es un asesinato en progreso,
en preparación, si la gente no actúa ahora mismo.
Nosotras
y la familia de Haille hemos escrito crónicas de los
eventos que condujeron al asesinato de Haille especialmente
para alertar a nuestra comunidad sobre el siguiente asesinato
en progreso de otra mujer joven, y de lo que se debe hacer
para prevenirlo.
También
relatamos la historia de Haille por otras razones. Desde el
día en que ella fue asesinada hasta el momento de escribir
estas líneas, el diario Press Democrat ha publicado
un total de 12 frases acerca de ese asesinato. No se puede
permitir que el asesinato de una mujer de 19 años sea
sacado del panorama de la existencia humana sin consideración
alguna. El hecho de que la prensa falle en explorar el significado
y las consecuencias de la vida y el asesinato de Haille es
ya una piedra siniestra en el camino hacia la muerte de la
siguiente mujer. Es una declaración mortal de desconsideración
que es imposible permitir que prevalezca.
Y
para todas las personas, jóvenes y mayores, que extrañan
terriblemente a Haille y se conduelen por la insensata pérdida
de su joven vida, esperamos que este relato pueda empezar
a honrar a Haille y aliviar el dolor.
Este
informe presta una particular atención al sistema de
justicia criminal. Sin duda alguna, nuestras escuelas, vecindarios,
iglesias, familias y otras instituciones tienen un importante
papel que jugar para acabar con la violencia contra las mujeres.
Pero una vez que existe violencia o amenaza de violencia,
sólo el sistema de justicia criminal tiene la misión,
los poderes y la autoridad que se requieren para controlar
la criminalidad.
Queremos
agradecer a todas las personas que dejaron a un lado sus intereses
personales para hablar con nosotras. Dado que numerosos documentos
oficiales estuvieron cerrados al público como parte
de la investigación abierta del asesinato, sin esas
personas no habríamos podido elaborar el presente informe.
Lavandas
y rosas, jazmines y geranios
l
igual que tantas veces en las últimas dos semanas,
Sandra, de 20 años, se descubre de pie y anonada entre
las flores del fin de primavera que rodean su hogar, y todavía
no encuentra sentido a sus atrevidos brotes de color. Hace
apenas seis semanas, al regresar a su casa, encontró
ahí a su buena amiga Haille, cavando y sembrando el
jardín sorpresa con gran energía. En las semanas
siguientes Haille volvió una y otra vez en su usual
estilo: sin anunciarse. Sandra consigue sonreír. "Haille
quería asegurarse de que las plantas aún estaban
vivas", dice. Ahora, sin importar hacia dónde
mire, las lavandas y rosas, los jazmines y geranios están
todos rebosantes de vida. Y Haille está muerta.
La noticia fue
para todos un solo golpe devastador. Haille, Sandra y un par
de docenas de jóvenes de Sebastopol habían formado
un estrecho círculo de amistad que han mantenido durante
años, aun asistiendo a distintas escuelas o habiéndose
mudado a otros pueblos. Cuando una de estas jóvenes
personas escuchó la noticia, también las demás
la escucharon. El 22 de mayo, al norte de Cloverdale, debajo
del puente de los Geysers en la Autopista 101, Atticus Reynolds
había estrangulado a Haille hasta matarla.
La Haille que "se
movía cuando el espíritu la movía".
Haille, "a quien nadie podía detener". Haille,
la más independiente y autosuficiente del grupo. Haille,
que acababa de regresar de su celebración 'hafla' con
danza de vientre. La que "siempre se mantiene en contacto
con sus amistades, sin importar dónde esté".
Haille, "que experimenta con todo y cae parada".
Aun así,
pese al deleite que sus amistades siempre sentían por
el espíritu bohemio de Haille, más de una le
había dicho, más de una vez y muy claramente:
"Atticus no es bueno para ti, Haille". "¡Aléjate
de él!"
"Puedo manejarlo",
a menudo respondía ella. "Puedo manejar a Atticus".
Sin embargo, en conversaciones más íntimas y
desde el principio, Haille tenía claro por qué
estaba con él y lo reconocía abiertamente. Quería
ayudar a Atticus con sus problemas emocionales. De hecho,
en su joven ingenuidad, ella estaba por completo segura de
que podría ayudarlo.
Pero a mediados
de abril de este año, cuando Haille terminó
esa relación que había durado dos años,
hasta ella comenzó a darse cuenta de que la situación
era más de lo que podía manejar.
Un mes antes de
ser asesinada, Haille empezó a tratar de protegerse
a sí misma y a otras personas contra los crecientes
ataques de ira de Atticus. Como el día en que llamó
a su tía desde la tienda general donde trabajaba en
Cloverdale. "Haille me llamó para advertirme que
Atticus había llegado furioso a la tienda y que se
dirigía a mi casa para recoger algo que había
dejado aquí", dice su tía. "Haille
me dijo que pusiera el objeto en una bolsa y lo dejara al
final del sendero de entrada a la casa".
Haille también
comenzó a protegerse ella misma: se mudaba de un lugar
a otro, se escondía de Atticus, cortó la comunicación
con él, buscaba ayuda de la policía, le pedía
a la gente que se quedara a su lado. Pero como tantas veces
ocurre en la más cruel ironía de la violencia
doméstica, es precisamente cuando la víctima
da el paso definitivo para irse que el abusador pasa a una
cacería obsesiva y focalizada y se dispone a matar.
Es difícil
creer que cualquier muchacha de 19 años del mundo podría
haber logrado escapar de esa ola criminal que era Atticus
Reynolds. Y es poco probable que Haille o alguna de sus amistades
y familiares supiera del verdadero alcance de la criminalidad
de él. Para cuando tenía 27 años de edad,
casi no quedaba una sola categoría de crimen en el
Código Penal que él no hubiera ya infringido.
Pero lo que nadie
habría podido siquiera empezar a imaginar es la increíble
cantidad de agentes policiales, fiscales, oficiales de libertad
condicional y jueces, programas que ofrecen consejería
o tratamiento a los perpetradores (en vez de hacerlos pasar
por el proceso criminal) y jurisdicciones que tuvieron a Atticus
firmemente en sus manos y luego lo dejaron ir con total descuido:
una y otra vez, un crimen tras otro, pavimentando así
de impunidad el homicida camino de él hasta ese lugar
desolado debajo del puente de los Geysers, donde estranguló
a Haille.
Un mes antes del
asesinato, ignorando casi todas estas cosas y condenada por
ellas, cuando Haille se enteró de que Atticus había
sido encarcelado por asalto con arma mortal, ella le exclamó
angustiada a Rhonda: "¿Por qué la madre
de Atticus no me dijo lo loco y peligroso que él era?"
En
el silencioso ojo de la tormenta
honda
es la madrastra de Haille; "mi mamá bono",
como ella la llamaba. Rhonda conoció a Mike, el padre
de la joven, cuando Haille tenía ocho años de
edad. Se unieron, con un modesto ingreso proveniente del diseño
de exteriores y un compromiso más profundo que el de
la mayoría hacia la ética de armonía
y amor del condado occidental, y ambas familias se fusionaron.
A la edad de 13
años, Haille florecía en el sustento de su hogar.
Sus difíciles primeros años parecían
haber quedado atrás. Compartía el amor de su
padre y de Rhonda hacia las plantas y el trabajo con éstas
y deleitaba a la familia con su especial ingenio en el uso
de las palabras.
"Papi,
¡feliz cumpleaños!", escribió ese
año en una colorida tarjeta para su padre. "Espero
que hoy te estés sintiendo especialmente joven".
"Estoy
tan contenta de haber podido pasar los últimos años
contigo. Me encanta la idea de estar mucho más tiempo
a tu lado. Espero que sea en el trabajo o, mejor aún,
durante las vacaciones. Estoy emocionada de crecer con mis
hermanos y hermanas. Gracias por traerles a mi vida. Gracias
por todos los conocimientos y la experiencia que has compartido.
Yo no estaría aquí ahora sin tu orientación
y la de Rhonda.
"Todo
lo que nos queda por hacer es ser aún más
inteligentes y felices. ¡El futuro es brillante!"
Firmado: Haille
Ahora Rhonda se
encuentra parada aquí, en las oscuras sombras de esta
caverna de concreto debajo de la autopista. Al este no hay
un panorama más prístino de las colinas color
de león de California. Al occidente, el bosque de secoyas
oscurece las aguas pluviales del fin de primavera en el Río
Ruso.
Con todos los bellos
y tranquilos lugares alrededor del área, ¿por
qué alguien detendría su automóvil aquí,
en este desolado sitio debajo de la autopista, a menos que
tuviera una maldad en mente? Una alta cruz cargada de flores
y clavada en el duro suelo mira de vuelta a Rhonda, guardando
las respuestas a un millón de otras preguntas: ¿por
qué?
Tal vez por casualidad,
o quizás por destino y para encontrar refugio en el
mismo silencioso ojo de la tormenta, un agente del Departamento
de Policía llega al sitio. Con la cabeza agachada y
el corazón perceptible en el temblor de sus manos,
saluda a Rhonda. "Durante años hemos estado tratando
de atrapar a Atticus", confiesa. "Pero simplemente
no hemos tenido mucho éxito en pescarlo en la escena
de un caso de drogas".
Era una combinación
tan dolorosa de lo genuino y lo errado. Si por años
Atticus había sido reportado a las fuerzas de seguridad
por una larga trayectoria de hurtos, consumo de drogas, incendios
provocados, violaciones, violaciones de órdenes de
restricción, amenazas de muerte, amenazas de incendio,
asalto con arma mortal, incomparecencia ante los tribunales,
resistencia al arresto, robo de vehículo, violaciones
a la libertad condicional, acecho, hostigamiento, falsos reportes
policiales y ahora un asesinato tan fresco que estrangula
el aire, ¿cómo podía el agente continuar
viendo a Atticus Reynolds sólo a través del
miope lente de un caso de drogas? (Ver
los antecedentes penales parciales de Atticus.)
Un
susurro en el viento
escubrir
y exponer las realidades de las vidas de las mujeres jóvenes
es como llevar a cabo una excavación arqueológica
en terreno difícil. Siglos de sedimento sexista deben
primero ser extraídos, para luego levantar frágiles
huellas de la arena. Y aun así, algunos de los eventos
más lacerantes de las vidas de las mujeres no dejan
más rastro que un susurro en el viento.
Dos semanas después
del asesinato de Haille, el restaurante en las afueras del
pueblo parecía haber vuelto por completo a la normalidad.
La mesera hablaba animadamente con un cliente, mientras el
cocinero estaba muy ocupado en su propio espacio. Por un instante
cuando le pregunté al propietario si era posible que
habláramos sobre Haille, su mirada podía traducirse
así: 'Lo siento, lo siento, tengo que atender el negocio...
el negocio'. Luego, con igual rapidez, un mar de dolor llenó
sus ojos y me hizo una seña indicando que fuéramos
a sentarnos a un cubículo al fondo.
Haille apenas había
empezado a trabajar como mesera en ese restaurante, relató
Mark, el dueño. Dijo que, en la mañana del 17
de mayo, Atticus había entrado al lugar mientras ella
trabajaba y que su actitud era agresiva: vociferaba con vehemencia,
muy encendido. Le gritó a Haille que no debía
estar laborando ahí y la acusó de que trabajaba
para el gobierno. Mark dijo que Haille estaba atemorizada
y que él no pudo lograr que Atticus se fuera, por lo
cual llamó a la Policía de Cloverdale. Explicó
que cuando los agentes llegaron, sólo le dijeron en
voz baja a Atticus que se retirara. Mark no supo qué
ocurrió después, ya que se había estado
sintiendo mal y fue a descansar a la parte trasera del restaurante
antes de que los agentes se fueran de éste.
Pero lo que sucedió
después fue tan perturbador que Haille tomó
su celular y llamó a su amiga Barbara mientras la policía
aún estaba ahí. Lo que Haille dijo en el teléfono
le pareció tan desconcertante a Barbara que dos semanas
después, cuando habló con nosotras, ella aún
estaba embargada de emotividad. Nos dijo que, mientras Haille
le hablaba, podía escuchar la voz de un agente policial
al fondo y, de hecho, reconoció la voz de éste.
(El nombre del agente que Barbara nos dio concuerda con el
registro del despachador que obtuvimos más adelante.)
Según Barbara,
Haille estaba enojada en extremo. Había llamado a Barbara
pues estaba muy molesta porque el agente se rehusaba a ayudarla.
Barbara dijo que Haille le rogaba al agente que le emitiera
'una de esas órdenes de restricción de 24 ó
72 horas', pero que el agente se negaba a dársela.
(Es muy probable que Haille se haya referido a lo que se conoce
como Orden de Protección de Emergencia, una orden de
protección de corto plazo que la policía puede
escribir en la calle, diseñada precisamente para este
tipo de situaciones.) La misma Barbara se sentía tan
aturdida al recordar esa llamada telefónica que repetía
con cólera que al agente "no debería perdonársele
esto".
Sin embargo, además
del acoso por parte de Atticus en el restaurante y la negativa
del agente a brindar ayuda, tanto Barbara como a Haille tenían
en ese momento muchos otros motivos para preocuparse profundamente.
Apenas unos días antes, Haille había llegado
a la casa de Barbara y temblando le contó que Atticus
la había llevado a un arroyo aislado donde, después
de lanzarla al piso boca arriba, la atrapó con sus
rodillas y luego procedió a fingir que la estrangulaba.
Haille le dijo a su amiga que había luchado en vano
por escapar de él; no podía liberarse. Durante
esa batalla, Atticus se inclinó sobre ella y le susurró
al oído: 'No voy a matarte esta vez, pero sí
lo haré la próxima'.
El incidente aterrorizó
tanto a Haille que en los días siguientes se lo relataría
a varias de sus amigas. Se cree que ese ataque ocurrió
el 13 de mayo. Pero al igual que tantas adolescentes dispuestas
a arreglar sus asuntos por su propia cuenta, Haille nunca
le reveló esto a nadie de su familia.
No se sabe si Haille
le habló al agente policial sobre las amenazas de muerte
de Atticus o de su simulacro de asesinato; también
ignoramos si el agente siquiera le dio a ella una oportunidad
para que se lo contara. De cualquier manera, aun sin ninguna
información de parte de Haille, el agente tenía
sobrados motivos para arrestar a Atticus. Éste se encontraba
bajo libertad condicional por otros dos crímenes, así
que podía ser arrestado con base en ello.*
El agente también habría podido arrestarlo por
traspasar o por conducir sin licencia.
Pero ¿puede
quedar alguna duda? Si el agente hubiera prestado una mínima
atención a los atemorizados ruegos de ayuda de Haille,
si le hubiera hecho aun la más simple pregunta acerca
de qué andaba mal o de por qué estaba ella pidiendo
protección, Haille le habría dado toda la información
necesaria para que el agente armara el rompecabezas y atrapara
a Atticus por cargos mucho más graves que el de violencia
doméstica (por el ataque del 13 de mayo) y/o acecho
y/o amenazas terroristas - o, más apropiadamente, por
estas tres cosas.
El agente hasta
tenía ventajas inusuales en el caso. Ahí estaba
el dueño del restaurante como testigo presencial que
podía corroborar elementos clave de la conducta amenazante
de Atticus y del nivel de temor de Haille. Y había
también otros testigos: las amigas de Haille a quienes
ella les había contado sobre el ataque y las amenazas
de muerte.
Por el contrario,
y en violación directa de la ley estatal (la Sección
13730 del Código Penal) que obliga a la policía
a escribir un reporte de "todas las llamadas relacionadas
con violencia doméstica", el agente no hizo
absolutamente nada.
Es en este punto
de la historia - o en el mismo punto en cientos de historias
similares que hemos podido registrar acerca de cómo
la policía descarta los casos de violencia doméstica
- que la gente nos detiene e incrédula pregunta: ¿Por
qué ignoraría la policía los ruegos de
ayuda de una mujer visiblemente aterrorizada, sobre todo cuando
el sospechoso es un residente local que tiene tan malos antecedentes?
¿Y en especial si ese hombre está ahí
mismo, donde pueden atraparlo con facilidad? Existen muchas
capas en la respuesta, todas las cuales deben ser remediadas
a fin de salvar las vidas de las mujeres. Pero dado que apenas
estamos empezando a relatar la historia de Haille, he aquí
una respuesta breve:
Porque la policía,
al no hacer preguntas y dar la vuelta al primer indicio de
violencia doméstica, puede ahorrarse la molestia de
escribir el reporte y hacer un viaje a la cárcel. Porque
la tarea más desagradable para muchos agentes es escuchar
a quienes ellos ven como 'emotivas mujeres quejándose
de hombres desafortunados'. Porque las fuerzas de seguridad
continúan siendo una comuna hermética de cultura
de dominio masculino y de creencias sexistas. Porque un policía,
al darle la espalda a la violencia doméstica, puede
regresar a las calles para lidiar con el 'verdadero crimen'.
No hay reporte, no hay registro, no hay alboroto, no hay rastro,
no hay huellas, no hay violencia doméstica, no hay
rendición de cuentas. Porque el agente también
sabe que estas víctimas son tan vulnerables que es
muy poco probable que encuentren una manera efectiva de protestar
contra el maltrato recibido de un policía.
Si no hubiera sido
por el propio sentido de justicia de Haille, como también
por el hecho de haber hablado con su amiga y protestado contra
la respuesta del agente en presencia de éste, sus ruegos
- al igual que los de tantas otras mujeres y niñas
- se habrían desvanecido como un susurro en el viento.
En general la gente
tiende a ver el abuso de poder por parte de las fuerzas de
seguridad sólo en el ejercicio desmedido de ese poder;
por ejemplo, en el uso excesivo de la fuerza, en sembrar evidencias
o agregarle demasiados cargos a un caso. Lo que muchas personas
no ven es que se ejerce igual opresión y se comete
igual daño toda vez que la policía sistemáticamente
no implementa sus poderes. Cuando las fuerzas de seguridad
se rehúsan a actuar, como con tanta frecuencia lo hacen
en los crímenes de violencia contra las mujeres, no
hay ningún otro lugar al que ellas puedan recurrir
para obtener protección. Es por ello que la Legislatura
de California formuló la ley que obliga a la policía
a escribir los reportes.
Nosotras no nos
sorprendimos al descubrir una total desconsideración
de la policía como preludio al asesinato de Haille.
La hemos encontrado en el camino que conduce a los homicidios
de mujeres relacionados con violencia doméstica en
todos los casos investigados por nosotras. Y la hemos visto
cada día en nuestro trabajo con mujeres víctimas
de violencia, sin grandes mejorías durante muchos años.
Lo que sí
nos sorprendió fue observar el grado al cual los programas
cruciales de seguridad pública, en apenas los últimos
dos años, han sido eviscerados desde adentro, de esta
manera no sólo contribuyendo a la muerte de Haille
sino también comprometiendo la seguridad de toda la
comunidad.
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Estar
bajo libertad condicional significa que una persona
ya ha sido sentenciada por un crimen, pero en vez de
que vaya a la cárcel se le considera elegible
para la oportunidad de quedar fuera de ésta y
movilizarse - dependiendo de su buena conducta, de que
obedezca todas las leyes y de otras condiciones que
un juez pudiera estipular sobre su conducta. También
significa que esa persona puede ser arrestada en cualquier
momento por una mínima infracción y ser
conducida a la cárcel sin posibilidad de pagar
fianza para salir libre - porque ya fue sentenciada
y desperdició la oportunidad que se le dio.
Durante
los últimos cinco años, Atticus Reynolds
ha estado en todo momento bajo libertad condicional
supervisada por las cortes por uno u otro crimen. (El
término 'libertad condicional supervisada por
la corte' se refiere a libertad condicional que es monitoreada
por las cortes y no de manera específica por
un oficial de libertad condicional.) En los últimos
cinco meses y hasta el día en que asesinó
a Haille, Atticus estaba bajo libertad condicional supervisada
por la corte por dos crímenes separados: uno
por conspiración criminal en el Condado de Sonoma
y otro por robo de vehículo en el Condado de
Mendocino. En cualquier momento habría podido
ser arrestado por simple mala conducta, llevado a la
cárcel por violación de la libertad condicional
y retenido ahí sin posibilidad de salir mediante
el pago de una fianza. Aunque esta opción ha
estado disponible para la policía en los últimos
cinco años, ésta nunca utilizó
ni siquiera ese obvio recurso para atrapar a Atticus.
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La
Historia de Haille - Parte 2
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