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El asesinato como delito menor¿Recuerdan ustedes cómo se sintieron al leer que la Policía de Cloverdale se rehusó a responder al asesinato en progreso de Haille? ¿Tienen ahora sentido las cosas para ustedes? ¿Comprenden cómo todo eso pudo pasar? o no puedo. Aunque le he dado vueltas en mi mente desde cada ángulo, para mí sigue sin tener sentido el hecho de que un sargento y un despachador de la Policía de Cloverdale le hayan dado la espalda a una mujer que estaba siendo estrangulada. Creo que puedo explicar la pasmada desconexión con la vida humana que determina las decisiones hechas en las profundidades de la guarida de la burocracia. Remediar esto siempre requiere de todo tipo de vigilancia ciudadana a favor de las vidas de las mujeres, tal como lo hace la amplia gama de grupos ciudadanos en nuestra comunidad que monitorean al Departamento de Silvicultura para proteger los bosques de secoyas. Y estoy más segura de poder explicar la cultura hipermasculina de las fuerzas de seguridad que es el motor del maltrato del sistema contra las mujeres. Durante 14 años he podido observar de cerca el constante flujo de investigaciones medio cocinadas, la desconsideración hacia las víctimas de violaciones sexuales y violencia doméstica, la falsa retórica, la sistemática complicidad de las autoridades con los perpetradores, el absurdo procesamiento de los casos y el absoluto fracaso en hacer alguna diferencia. Pero todavía no puedo comprender lo que sucedió en el Departamento de Policía de Cloverdale la tarde del domingo del 22 de mayo del 2005. Sí sabemos que el buen samaritano Antonio logró que la urgencia de su mensaje llegara al sargento y al despachador de la Policía de Cloverdale que estaban ahí. Luego de que éstos tomaron la decisión de no responder, llamaron al Departamento de Policía del Condado de Sonoma para que éste se encargara del caso. La despachadora de la Policía de Sonoma que atendió la llamada de Cloverdale escribió la siguiente primera frase de lo que se le estaba diciendo (las palabras entre paréntesis son nuestras):
El sargento y el despachador de la Policía de Cloverdale sabían que claramente se trataba de un asesinato en progreso. Sabían que la mujer estaba en peligro inminente de morir. Sabían también que se encontraban apenas a tres minutos, en tiempo de respuesta, del sitio de la escena. Después de todo, el hecho estaba ocurriendo casi en su patio trasero. (Cuando el agente de la Policía de Sonoma llamó después a la de Cloverdale pidiéndole que acudiera, eso fue exactamente lo que a ésta le tomó llegar al lugar - tres minutos.) En Cloverdale sabían además que era muy probable que el agente de Sonoma tardaría más de tres minutos en llegar al sitio. Y no podían saber si ese agente estaba atendiendo otro llamado y no estaría en absoluto disponible. Entonces, ¿cuál habrá sido el proceso de pensamiento que les llevó a la decisión de no responder? A principios de agosto, el jefe Willis de la Policía de Cloverdale respondió por escrito la pregunta de la concejala municipal Mary Ann Brigham sobre lo que ocurrió ese día. Haremos un resumen de su respuesta de una página y media. El jefe declaró que no existe una política específica acerca de cómo sus agentes deberían manejar un caso fuera de su jurisdicción. Agregó que la decisión sobre qué se debía hacer quedó a discreción del agente individual que recibió la solicitud. Luego el jefe concluyó que su sargento y despachador no actuaron fuera de las políticas. Pero la respuesta del jefe nos regresa justo al corazón de la pregunta. Dado que el sargento y el despachador tenían plena discrecionalidad para actuar, ¿cómo pudieron darle la espalda a una mujer que estaba siendo estrangulada, sabiendo plenamente que al hacerlo era probable que la estuvieran condenando a morir? ¿Habrá sido que el grito de ayuda quedó silenciado en una nube de desdén hacia la persona hispanohablante que llevó el urgente pedido? Sabemos que en año 2000 nos llevó seis meses de batalla presionar a la Policía de Cloverdale antes de que se suscribiera al servicio de la Línea de Idiomas, un paso rudimentario para establecer comunicación con personas latinas del pueblo que ya entonces conformaban el 25 por ciento de la población. Pero aunque una actitud racista pudo haber tenido alguna influencia, el hecho es que Antonio sí logró comunicar la urgencia de la situación, y el incidente central involucraba a un hombre blanco que estaba matando a una mujer blanca. ¿Fue acaso que el sargento y el despachador de Cloverdale sabían que la pareja involucrada eran Atticus y Haille? Es muy posible que lo supieran. El brillante auto amarrillo de Atticus era ampliamente conocido en todo el pueblo. ¿Habrá sido que pensaron, 'Oh, no, no ellos otra vez... Hay que dejar que la mate', como si de alguna manera fueran culpa de Haille los recurrentes problemas que la Policía de Cloverdale había tenido con Atticus? Pero esa línea de pensamiento nos haría replantear la pregunta. Aun con tan distorsionada mentalidad, ¿cómo pudieron tomar la decisión de de dejarla morir? Es algo demasiado grande como para aceptarlo. ¿Habrá sido un caso de desgaste policial, algo de lo que tantas veces nos enteramos por los medios de comunicación? Eso definitivamente no tiene sentido. La Policía de Cloverdale no puede alegar desgaste provocado por una pesada carga de llamadas. ¿Fue tal vez que la Policía de Cloverdale vio a Atticus y Haille como un 'caso de drogas', tal como lo hizo el agente que habló con Rhonda? ¿Habrá sido que el sargento y el despachador de Cloverdale tenían esa mentalidad que considera el asesinato como un delito menor y que está presente en tantos policías? Pero Haille nunca tuvo problemas con la Policía; tampoco tenía antecedentes penales de ningún tipo. Se rumoraba que había consumido drogas. ¿Habrán pensado esos agentes que por ello estaba bien dejar que Atticus la asesinara? A principios de junio, cuando se retiraba después de una entrevista, un comerciante me pidió: "Por favor no use mi nombre. Éste es un pueblo pequeño. Aquí no hay muchos policías. No quiero tenerlos en el lado equivocado. Y otra persona de negocios dijo: "Debemos decir más sobre Haille. Ella no debió morir. Pero yo no puedo ir a la policía. Ellos están demasiado cerca". Fue algo que escuchamos una y otra vez. Sea cual haya sido el tren de pensamiento en la Policía de Cloverdale el 22 de mayo del 2005, la decisión tomada es inexcusable e intolerable. Pero si aun la gente más influyente de la comunidad tiene miedo de reivindicar sus derechos frente a la policía, la profunda corrupción entre quienes detentan el poder no sólo es explicable; también es inevitable que continúe provocando daños. En memoria de Haillea violencia doméstica no es un incidente de amenazas o de violencia; ni siquiera es una serie de incidentes. La violencia doméstica es un régimen violento más afinado que en forma lenta pero certera sujeta todos los aspectos de la vida de la víctima al servicio de la voluntad y las necesidades del perpetrador. Cada vez que la víctima se resiste o intenta reafirmarse a sí misma, el abusador simplemente adapta sus controles para que éstos se ajusten de manera más perfecta alrededor de los contornos de la vida de una víctima individual. Con el paso del tiempo, esos controles pueden llegar a afinarse tanto que el perpetrador a menudo lo gobierna todo: los patrones de sueño de la víctima, las asociaciones de ella con otras personas, sus expresiones y comunicaciones, sus movimientos desde la mañana hasta la noche y de ésta a la mañana. Viendo las cosas desde afuera, es fácil caer en el error de pensar que la víctima ha sumergido por voluntad propia sus fortalezas y su personalidad de manera que éstas sean un espejo del camino del perpetrador. Pero eso es sólo porque los cambios en ella son tan visibles, mientras que los controles del abusador están disfrazados y por lo general ocultos tras puertas cerradas. En la tarde del 23 de agosto del 2005, en un apacible sitio campestre de Sebastopol, unas 300 personas, en su mayoría jóvenes, se reunieron para celebrar la vida de Haille y lamentar su muerte. Las historias que sus amistades le contaron a la concurrencia fueron la primera vez en mucho tiempo que la vitalidad, la belleza y aventura del espíritu de Haille fueron revividas y liberadas de las garras de Atticus. Al escuchar esos relatos quedó sumamente claro que Haille siempre fue una persona única, dueña de sí misma; un espíritu libre que nunca habría de encajar en el molde de nadie. En la escuela secundaria, Haille no sólo tenía buenas notas, sino también definió su propio curso educativo. Y aunque no terminó el bachillerato, era literata, poética y muy culta. Haille tampoco se había trazado un curso profesional pero, antes de quedar atrapada en las garras de Atticus, su habilidad para siempre encontrar trabajos creativos y generadores de ingresos era la envidia de sus amistades. De hecho, apenas unos días antes de ser asesinada, una artesana sopladora de vidrio de la localidad había aceptado a Haille como socia de su empresa. Con ello, esta exitosa artesana no le estaba haciendo un favor a Haille. Dice que lo hizo porque vio en la joven una combinación de talentos artísticos y don de gentes que resultaba perfecta para el negocio. Todas las personas mencionaron cuán reflexiva y considerada era Haille. Pero las habilidades que ella tenía para tratar con la gente tampoco eran tradicionales. En una historia tras otra, la gente describió una mística espiritualidad que Haille siempre trenzó en sus amistades de manera colorida y juguetona. Ella exploraba los bordes y significados de la espiritualidad en sus amigas y amigos, como también indagaba en los bordes de sus artes, su danza, sus viajes y afanes. Y aun cuando Haille bailaba en los bordes, nadie habría podido decir que ella vivía al margen. Todo lo contrario. Si había que escoger una sola cosa que brillaba en la historia que cada quien contó sobre esta joven, sin duda era su maravillosa habilidad de encontrar una manera de involucrarse profundamente con cada persona que conocía. Este grande y dulce aglutinamiento de sus jóvenes amistades era en sí una evidencia del alcance de Haille. ¿Cuántas personas de 19 años han tocado los corazones de tanta gente? A la luz de la tarde, las personas se reunieron en un enorme círculo sobre el pasto. Mike, el padre de Haille, se paró en el centro y contó relatos sobre los primeros años de su hija. "Siempre me sentiré orgulloso de ser el padre de Haille", dijo entre lágrimas. Muchas
de las lecciones que deja la historia de Haille son exploradas
en las preguntas para discusión en grupo que vienen después
de este texto. Y también lo son las numerosas cosas que
tú y otras personas pueden hacer para ayudar a detener
esta violencia. Pero la lección más importante de
todas podría ser recordar a Haille. Los perpetradores de
violencia doméstica pueden apoderarse de cualquiera, especialmente
de alguien que es joven, aun de una persona con un espíritu
tan libre y tan autosuficiente como lo fue Haille. Y las víctimas,
por mucho que en sus circunstancias parezcan haberse desviado
del camino, son humanas vibrantes que han sido trituradas bajo
el peso. Necesitan tu ayuda para poder liberarse.
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