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Liberando a la justicia

¡Se rompió el silencio! En todo el mundo han surgido grupos de mujeres dedicados a erradicar la violencia por motivos de género. Casi en todas partes hay leyes que expresan la voluntad popular de que se haga frente a esta violencia con seriedad.

Sin embargo, transcurrida ya una década del siglo 21, el derecho de las mujeres a la justicia todavía está fuera de su alcance. Aquí en Estados Unidos, donde leyes modernas prometen un remedio pleno para estos crímenes, las mujeres aún nos enfrentamos a un sistema de justicia que las más de las veces imparte impunidad y desconsideración.

El año pasado, un importante estudio* de datos sobre violación sexual provenientes del Departamento de Justicia reportó que, contrario a la creencia popular, las tasas de sentencia en casos de violación en Estados Unidos no han mejorado desde la década de 1970. Según el estudio, incluso ahora apenas en el 2 por ciento de las violaciones reportadas ante la policía el violador va a la cárcel.

Asimismo, un meta-análisis, también del año pasado, realizado por un equipo de la Universidad de Michigan** revela que sólo uno de cada seis casos de violencia doméstica reportados ante la policía tiene como resultado una sentencia.

Todo el esfuerzo por acabar con la violencia contra las mujeres enfrenta tropiezos debido a las fallas y la denegación de la justicia.

La justicia denegada es especialmente peligrosa para las mujeres. Derrota a la víctima y hace que el perpetrador se sienta envalentonado. Sin embargo, aun cuando la justicia es denegada ilegalmente, para las mujeres no existe un derecho a la justicia codificado. No hay un remedio legal al que ellas puedan apelar. Sin importar cuántas pruebas existan de que el crimen ocurrió, el acceso a la justicia depende enteramente de caprichos arbitrarios y la discrecionalidad de agentes de policía y fiscales individuales.

Establecer remedios legales y controles eficaces a la denegación de justicia de los sistemas judiciales a las mujeres debe ser una meta prioritaria para erradicar la violencia contra ellas.

* Lonsway, K.A. & Archambault, J. (2009). The Widening Justice Gap for Sexual Assault: Future directions for research and reform [La creciente brecha de justicia en los casos de violencia sexual: Futuras direcciones para investigación y reforma]. Texto en imprenta, Journal of Violence Against Women.

** Garner, J. Prosecution and Conviction Rates for Intimate Partner Violence [Tasas de enjuiciamiento y sentencia en casos de violencia cometida por parejas íntimas]. Criminal Justice Review, Vol. 34, No. 1, 44-79 (2009).

Pero... ¿qué es la justicia?

Casi cualquier niña o niño que ha querido quedarse despierta/o después de su hora regular para ir a dormir puede hablarnos del significado de la libertad. Por el contrario, incluso las personas adultas educadas tartamudean ante el significado de la justicia.

Éstos son:

  • Búsqueda de la verdad y decir la verdad
  • Reconocimiento de la violación por parte de otras personas
  • Compasión
  • Protección para la víctima y la comunidad
  • Rendición de cuentas por parte del perpetrador
  • Restitución
  • Reivindicación

¿Las mujeres realmente necesitan justicia?

En 1873, el magistrado de la Corte Suprema Joseph Bradley articuló formalmente por primera vez la ‘ideología de la esfera separada’, que racionalizó encerrar a la mujer en una “clase legal por sí sola”, una jaula legal que efectivamente excluyó a las mujeres del derecho a igual protección ante la ley durante más de un siglo. “...La ordenanza divina”, escribió Bradley, “al igual que en la naturaleza de las cosas, indica la esfera doméstica como aquélla que propiamente pertenece al dominio y las funciones de las mujeres”. Aun hoy día muchas personas se aferran a la creencia de que lo único que las mujeres realmente necesitan para remediar la brutalidad que se cierne contra ellas es asesoramiento, una orden de restricción y más asesoramiento. La necesidad de justicia de las mujeres todavía pasa tan fácilmente desapercibida.

No fue sino hasta esta última generación que algunas mujeres extraordinarias pudieron apenas empezar a desmantelar las estructuras legales y sociales que excluían de la justicia a las mujeres. Preeminente entre ellas, por supuesto, es la ahora magistrada de la Suprema Corte Ruth Bader Ginsberg. Al inicio de su carrera legal, ella dedicó una buena parte de ésta, caso por caso y por primera vez en la historia de Estados Unidos, a sentar la base legal para la lucha continua de las mujeres por los derechos a la igualdad y la justicia.

Y en 1991, en el campo de las ciencias sociales, Judith Herman, profesora de Psiquiatría de la Universidad de Harvard, publicó un libro llamado “Trauma and Recovery” [Trauma y recuperación], un ingenioso trabajo intelectual que hoy día continúa siendo piedra angular en su campo. Entre los numerosos logros del libro, Herman incorporó la justicia al campo de la psicología y demostró la necesidad de la justicia para la sanación en traumas de opresión e impotencia. Quizás más importante aun para las mujeres, Herman se refirió a los traumas del abuso doméstico como idénticos a los ocasionados por el terror político. En suma, ella legitimó profundamente el clamor de justicia de las mujeres.

Luego vino un interesante estudio en 2003 de la bióloga Sarah Brosnan, quien hurgó hondamente en nuestro pozo genético y fue la primera en encontrar lo que estudios posteriores están confirmando. La necesidad de justeza y justicia de la especie humana probablemente tenga sus raíces muy dentro de la biología y en la necesidad de fomentar la cooperación entre los seres sociales.

En ese primer simple experimento que abrió el campo, Brosnan apareó monos entrenados en una tarea y los recompensó dándoles pepinos o lo que más preferían: uvas. Las cosas anduvieron bien cuando ambos monos apareados recibieron la misma recompensa, cualquiera que ésta fuera. Pero cuando un mono recibió uvas y al otro se le dio un pepino, todo explotó. Los monos despreciados manifestaron indignación y protesta. No comieron su recompensa. Le lanzaron comida a la persona encargada del ensayo y se rehusaron a ser sometidos a más pruebas. Una estrategia que quizás aun tengamos que considerar.

Se autoriza copiar y distribuir esta información siempre y cuando el crédito y el texto se mantengan intactos.
Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
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Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala

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