A lo largo
de los Estados Unidos, y cada vez más en otros países,
existe un sólido cuerpo de leyes bien diseñadas
que otorgan poderes y autoridad a los oficiales de la justicia
criminal para intervenir de manera efectiva en casi todos
los casos de violencia contra las mujeres, incluida la mayoría
de casos en los que la víctima siente demasiado temor
a testificar.
El problema
formidable y persistente es la continua falta de voluntad
de tantos oficiales de la justicia criminal para implementar
estos poderes a favor de las mujeres que son víctimas
de violencia. Es una renuencia que los funcionarios le han
ocultado cada vez más al público tras una
elaborada fachada de programas y retórica sobre la
violencia contra las mujeres. Y es una falta de voluntad
que continúa avanzando sin ningún control
legal o social.
Aunque la mayoría
de agentes de policía, fiscales y departamentos de
libertad condicional han desarrollado una moderna retórica,
formulado políticas y creado todo tipo de fuerzas
de tarea y programas que enfocan la violencia contra las
mujeres, la realidad es que sus respuestas cotidianas a
mujeres, niñas y niños víctimas de
violencia continúan siendo deplorablemente inadecuadas
y marcadas por una sexista y racista denegación de
justicia. Sin duda alguna, en todo el sistema hay personas
y unidades que son progresistas y están dispuestas
a utilizar sus poderes a favor de las mujeres, y que pueden
ser usadas con grandes beneficios por las víctimas
y sus defensoras(es) para movilizar al sistema.
Sin embargo,
desafortunadamente, una buena parte de estos avances es
socavada por las grandes cantidades de oficiales de la justicia
criminal que en forma activa obstaculizan los cambios. Mientras
más progreso se logra por un lado, más sofisticadas
se vuelven las tácticas utilizadas por oficiales
reaccionarios para descartar a las mujeres y sacar sus casos
del sistema. Muchos de ellos, resintiendo profundamente
las nuevas políticas que les mandan tratar con seriedad
la violencia contra las mujeres, sabotean de manera activa
los casos, las políticas y a las víctimas.
Es de lamentar
que el sistema de justicia criminal, como un todo, muestre
tan poca tendencia a disciplinar a estos oficiales o alinearlos.
De hecho, la persistente cultura hipermasculina de las fuerzas
de seguridad tiene más probabilidades de proteger
y encubrir a estos individuos que de castigarlos. Los oficiales
que albergan y practican hostilidades contra las mujeres
todavía son ampliamente tolerados en todo el sistema.
Y como veremos más adelante, existen ejemplos comunes
de agencias de las fuerzas de seguridad que de plano protegen
a violadores y golpeadores que se encuentran en sus propias
filas. Por lo general, el sistema de justicia criminal sigue
colaborando con los perpetradores que residen tanto dentro
como fuera de ese sistema.
Pero no son sólo
las fuerzas de seguridad y los perpetradores que responden
en forma deficiente a la violencia contra las mujeres. Los
estudios están empezando a mostrar cuán sistemáticamente
la policía y los fiscales en general continúan
manteniendo sus poderes fuera del alcance de las mujeres
víctimas de violencia.
* En el año
2000, un reportero investigativo en el Philadelphia Inquirer
expuso que el Departamento de Policía de Filadelfia
estaba desechando más de 400 reportes de violación
cada año; lo hacía simplemente archivando
en forma errónea las violaciones en la categoría
menor "2701" de llamado para pedido de servicio.
Esta categorización prácticamente garantizaba
que los casos no serían investigados de manera
apropiada o tomados con seriedad. Tras la extensa cobertura
de la evidencia irrefutable expuesta por la prensa, al
final la policía tuvo que admitir que esto, de
hecho, era exactamente lo que estaba haciendo.
Trucos similares
para el desecho masivo de casos de violación han
sido descubiertos por periodistas en numerosas ciudades
a lo largo del país. Las unidades para crímenes
sexuales en Phoenix escribían los reportes de violación
en un formulario de "sólo información";
era su manera de engavetar los casos. Muchos departamentos
de policía se deshacen del gran volumen de sus casos
de violación etiquetando rutinariamente los reportes
de estos hechos como "infundado" o bien como un
caso de "él dijo, ella dijo" antes de que
cualquier investigación sea realizada.
* La Revisión
de Fatalidades por Violencia Doméstica del estado
de Washington, realizada en el año 2002 (al igual
que las revisiones de homicidios relacionados con violencia
llevadas a cabo por el Centro de Justicia para Mujeres
y Purple Berets), revela lo que las autoras de ese estado
aptamente califican como "el absurdo procesamiento
de casos", un término que aplican al siguiente
patrón: los oficiales de la justicia criminal ponen
a circular los casos de violencia doméstica a través
del sistema, pero al hacerlo no aplican adecuadamente
los poderes reales a dichos casos. Es una dinámica
que a menudo se repite una y otra vez hasta que, finalmente,
las mujeres terminan siendo asesinadas. En lugar de desechar
los casos en forma sumaria, como era la práctica
hace décadas, los oficiales dan todas esas vueltas
pero sin tomar una acción seria contra el perpetrador.
Vale la pena
mencionar que este "absurdo procesamiento de casos"
no es un simple defecto burocrático. Se trata de
actos intencionados. El "absurdo procesamiento de casos"
no es más que una de las numerosas tácticas
de camuflaje utilizadas por el sistema de justicia criminal
en respuesta a la presión pública, en las
últimas dos décadas, para que las fuerzas
de seguridad traten seriamente la violencia contra las mujeres.
En lugar de acatar la voluntad pública y legislativa
e implementar un verdadero poder a favor de las mujeres,
las fuerzas de seguridad han creado esas tácticas
de camuflaje para engañar al público, de manera
que éste crea que el trabajo se está siendo
cuando, en realidad, se continúa abandonando a las
mujeres en manos de la violencia. En vista de que el sistema
de justicia criminal se hace más astuto en ocultar
su denegación de protección y justicia, las(os)
defensoras(es) deben aumentar sus habilidades de vigilancia.
* Una encuesta
a 63 víctimas de violencia doméstica realizada
en el 2002 por el Departamento de Policía de Santa
Rosa reveló que una cantidad significativa de agentes
que respondían a los llamados de ayuda no era capaz
de llevar a cabo siquiera los requisitos más fundamentales
de protección a las víctimas, ni el más
básico nivel de recolección de evidencias
que es esencial para la persecución de los casos.
Esto, a pesar de 10 años de una constante presión
comunitaria sobre la policía para que maneje la
violencia doméstica con mayor seriedad.
En el 33 por
ciento de los casos, a las víctimas no se les preguntó
acerca de la presencia de armas de fuego. No se tomó
fotografías casi en el 50 por ciento de aquellos
casos en que había lastimaduras visibles. En más
del 50 por ciento de los casos en que hubo niñas
o niños presentes, los agentes no les tomaron una
declaración. En el 27 por ciento de los casos, el
oficial no preguntó sobre la historia de abuso. En
aquellos casos en que la víctima sentía que
necesitaba traducción, el agente nunca le ofreció
este servicio. Por lo menos en el 30 por ciento de los casos
en que había lastimaduras visibles, los oficiales
no efectuaron arrestos, tal como lo exige la política
de las agencias.
Esta encuesta
a víctimas revela detalles del fenómeno del
"absurdo procesamiento de casos" descrito en el
informe del estado de Washington arriba mencionado. Pero
aun este estudio en Santa Rosa no muestra el panorama completo
de la mala conducta del agente que responde a un llamado
de ayuda. La muestra de víctimas para el estudio
fue seleccionada de casos de violencia doméstica
en los que el agente había escrito un reporte criminal.
Así, el estudio no capta los numerosos casos que
observamos, en los cuales los agentes simplemente se alejan
de los legítimos crímenes de violencia doméstica
sin siquiera escribir un reporte. Tampoco es la gravedad
de un caso lo que determina la seriedad de la respuesta
del agente. De acuerdo a nuestra experiencia, el que un
caso sea manejado en forma apropiada o no tiene que ver
con cuál agente individual responde a un llamado,
más que con la gravedad del caso.
* En el año
2000, vídeos noticiosos televisados de los ataques
sexuales masivos tras el desfile puertorriqueño
en la ciudad de Nueva York pescaron a la policía
en el acto. Ésta literalmente se cruzó de
brazos y dio la espalda a las mujeres, aun cuando ellas
estaban siendo atacadas sexualmente frente a los propios
ojos de los agentes. Aun cuando le rogaban a la policía
que les diera ayuda. Un agente respondió el ruego
de una víctima agregando sal a la herida y diciéndole
en su tono más desdeñoso, "Regrese
a Nueva Jersey".
Detalles cotidianos
de la denegación de protección y justicia
igualitarias por parte de las fuerzas de seguridad a las
mujeres víctimas de violencia. Debido a que la
negativa de las fuerzas de seguridad a brindar justicia
está muy oculta de los ojos del público, sin
duda alguna la ventana que mejor revela el mal manejo que
éstas hacen de la violencia contra las mujeres es
la ventana que está abierta para ti, la defensora
o el defensor. Si trabajas con víctimas y te preocupas
por vigilar los casos de justicia criminal de tus clientas,
ya conoces las formas tan ineficientes en que las fuerzas
de seguridad manejan la violencia contra las mujeres. Aun
así, nos interesa plasmar aquí una lista de
los abusos cotidianos a través de los cuales el sistema
de justicia criminal degrada, engaña, disminuye y
eventualmente se niega a implementar poderes esenciales
para las mujeres víctimas de violencia. Es probable
que puedas agregar tus propios ejemplos conforme lees esto.
La corta lista
de abusos de las fuerzas de seguridad:
Actitudes de desinterés, abusivas, racistas y sexistas,
retardatarias, despreocupadas, desalentadoras o indiferentes
por parte de los agentes; no escribir reportes; reportes
incompletos, prejuiciados o falsificados; investigaciones
incompletas; incapacidad de recolectar y documentar todas
las evidencias; no identificar ni enfocar los temores de
las víctimas; atemorizar a propósito a la
víctima para que no presente una denuncia...
Entrevistas escuetas
u hostiles a las víctimas y personas testigas; incapacidad
de entrevistar a todos los testigos; interrogar a víctimas
o testigos; entrevistar a víctimas y testigos frente
al perpetrador; insinuar que la víctima es culpable;
mostrar incredibilidad hacia las víctimas o los testigos;
avergonzar o abochornar intencionalmente a las víctimas
o los testigos; burlarse de las víctimas o los testigos;
amenazar con acusar a la víctima o, de hecho, acusarla
de crímenes no relacionados; incapacidad de hacer
preguntas clave o de proveer una adecuada traducción,
etc...
Ignorar a las
personas de apoyo de las víctimas; intentar separar
a éstas de sus personas de apoyo; desalentar a la
víctima a que consiga una defensora o defensor; no
informarle sobre su derecho a tener una persona defensora;
ignorar la seguridad de las víctimas o los testigos;
burlarse de los temores de la víctima; mostrar apoyo
al sospechoso; reírse junto a éste; no arrestar
al perpetrador, pero sí a la víctima...
Mentir; mentirle
a la víctima diciéndole que nada se puede
hacer cuando, de hecho, hay una clara justificación
para actuar; desinformar a la víctima acerca de sus
derechos; mentirle sobre la viabilidad del caso; mentirle
acerca de la ley; no devolver las llamadas de la víctima
o dejar pasar mucho tiempo antes de devolverlas; no informar
a las víctimas sobre lo que ocurrirá a continuación,
permitiendo pasivamente que ellas se queden en un limbo...
Incapacidad de
preparar en forma apropiada a la víctima para las
audiencias; no presentar los cargos adecuados; no presentar
ningún cargo; persuadir a la víctima a que
no testifique; atemorizarla con posibles tácticas
de la defensa, o con tácticas imposibles de la defensa;
retener evidencias críticas; realizar arreglos negociados
que no corresponden al delito; sentencias descuidadas...
Una historia
entre millones: Si nos apoyáramos en una sola
historia, entre millones más, para evidenciar lo
obstinadas que son las fuerzas de seguridad para tratar
con seriedad la violencia contra las mujeres, ésa
sería la historia relatada por el fiscal de la ciudad
de San Diego, Casey Gwinn. Quizás recuerdes que fueron
Casey Gwinn en la oficina del fiscal de la ciudad y la sargenta
Ann O'Dell en el Departamento de Policía de San Diego
quienes, a principios de los años noventa, lideraron
la moderna respuesta de las fuerzas de seguridad a la violencia
contra las mujeres. Los protocolos y la capacitación
que desarrollaron consiguieron reducir la tasa de homicidios
relacionados con violencia doméstica en más
del 60 por ciento en cuestión de algunos años.
En la actualidad, esos mismos protocolos y capacitaciones
se han convertido en el modelo aceptado de respuesta a lo
largo del país. Durante más de una década,
a través de un constante refinamiento y mejoramiento
de estos protocolos, San Diego ha mantenido su posición
como la ciudad líder en una respuesta moderna de
las fuerzas de seguridad a la violencia doméstica.
Aun así,
fue a finales de los noventa, años después
de haberse instituido las intensas capacitaciones y los
estrictos protocolos que han orientado la respuesta en San
Diego, cuando Casey Gwinn, su esposa y otra pareja se dirigían
a casa después de un evento social. Sentían
frustración yendo en el auto detrás de un
pick-up que se movía muy lentamente. Entonces se
percataron del porqué de la lenta velocidad del otro
vehículo. El hombre que lo conducía sostenía
el timón con una mano, mientras con la otra le daba
puñetazos a la mujer que iba sentada a su lado.
El individuo
detuvo el vehículo en una gasolinera. Casey Gwinn
y sus acompañantes lo siguieron hasta allí.
Ahora el hombre estaba usando ambas manos para golpear a
la mujer. Casey llamó a la policía por su
teléfono celular mientras su amigo se acercó
al pick-up para detener la violencia del hombre. Al llegar
la policía, el amigo de Casey dio su testimonio como
testigo, luego Casey y sus acompañantes permanecieron
en su auto y observaron.
Cuando el agente
de policía terminó lo que estaba haciendo
y se preparaba para retirarse, Casey, sin identificarse,
le preguntó: "¿No va usted a arrestarlo?"
El agente respondió: "No, no hay necesidad.
Fue la típica disputa entre una pareja". Casey
protestó: "Pero mire el ojo de ella. Está
todo hinchado y rojo por la golpiza". "Naaah",
fue la respuesta del policía, "eso es sólo
porque estaba llorando mucho".
Fue entonces
que Casey Gwinn se identificó ante el desafortunado
agente. Cuando éste se recuperó de la sorpresa,
le dijo a Casey: "Bueno, quizás yo debería
regresar allá y entrevistarla más minuciosamente".
A partir de ese momento, fue cuestión de minutos
que el perpetrador estuviera esposado y el agente tuviera
una serie completa de notas.
La moraleja,
tal como Casey la relata, es que si no somos sumamente vigilantes
en el monitoreo de la respuesta de las fuerzas de seguridad
a la violencia contra las mujeres, ninguna cantidad de capacitación
conseguirá erradicar la arraigada tendencia de las
fuerzas de seguridad a denegarles protección y justicia
a las mujeres.
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