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Justicia criminal

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La vida de Jackie: Un chiste en la corte

Pocas dudas caben acerca de quién lanzó, el 17 de julio de 1999, el disparo que puso fin a la vida de Jackie Anderson. Raras veces las hay en un homicidio por violencia doméstica. Pero, una vez más, aquéllos que pavimentaron el camino para el asesinato de Jackie, al igual que quienes facilitan los homicidios de tantas mujeres, han escapado bajo la complicidad de la ley y el orden.

No se requiere escarbar mucho para develar la serie de injusticias que le dieron a David Anderson luz verde para perpetrar su violencia contra Jackie desde 1992. Las débiles investigaciones, la falta de protección, los menores cargos imputados al agresor y las negociaciones a su favor están a la vista en los registros públicos, si tan sólo alguien quisiera consultarlos. Y escondido un poco más profundamente en la transcripción de una audiencia de rutina se encuentra el momento que selló el destino de Jackie: el ejemplo de un día de diversión en la corte, adornado con un desprecio mortal hacia las mujeres.

Ocurrió tres semanas antes del asesinato de Jackie, cuando la oficina del fiscal de distrito del condado de Mendocino revisó el más reciente informe criminal de violencia doméstica contra David Anderson. El informe criminal del departamento del alguacil recomendó que el fiscal de distrito le imputara al agresor tres cargos por felonía: violencia doméstica, falso encarcelamiento y amenazas terroristas. Pero el asistente del fiscal, notando que David Anderson ya estaba en libertad bajo palabra por dos crímenes previos, escogió la salida más fácil. Al simplemente imputarle a Anderson violaciones a la libertad bajo palabra, el trabajo de procesar la violencia contra Jackie y el esfuerzo de lidiar con una víctima podían ser evitados. Las víctimas, al parecer, son un estorbo para el estilo de este abogado.

Sin embargo, aun con este enfoque de un mero golpecito en la mano, el fiscal de distrito todavía tenía la oportunidad de proteger la vida de Jackie Anderson. En una audiencia por violación a la libertad de palabra, una sencilla solicitud de parte del fiscal habría retenido a David en la cárcel sin posibilidad de salir bajo fianza. Pero ¡miren lo que ocurrió!

El 2 de julio, después de algunos planteamientos preliminares en el arresto por violación de la libertad bajo palabra, el abogado defensor Schlosser preguntó al oficial de libertad bajo palabra, Cropp: "¿Han tenido ustedes la oportunidad de trabajar en este caso?"

Cropp respondió: "Nos oponemos vehementemente a liberarlo en este momento".

La Corte (juez Ronald Brown): "No he escuchado el término 'vehementemente' por algún tiempo".

El defensor Schlosser: "No creo que él sepa lo que significa".

El oficial Cropp: "Aprendí a deletrearlo esta mañana".

Ésa fue la totalidad del argumento para la seguridad de Jackie. El juez ordenó una baja fianza y, teniendo que pagar sólo $256, David Anderson fue liberado. Dos semanas después, el 17 de julio de 1999, Jackie Anderson estaba muerta y sus tres niños quedaron huérfanos de madre de por vida.

Lo que ocurrió en la corte el 2 de julio no fue ni accidental ni una mala jugada del destino. Tampoco se trató del error de un solo hombre. Fue la desconsideración que inevitablemente permea a un sistema cuando la violencia doméstica no es tomada con seriedad y las vidas de las mujeres no importan.

El oficial Cropp conocía los antecedentes de David Anderson y sabía lo que se necesitaba hacer. Hasta pronunció las palabras en la corte. Pero cuando sus palabras fueron convertidas en un juego, Cropp inmediatamente olvidó a Jackie y se unió a la diversión. El juez Brown también conocía los antecedentes de violencia doméstica de David: los tenía frente a sus narices y, de hecho, se refirió a éstos durante los procedimientos. Además, cuando el oficial Cropp declaró que se oponía "vehementemente" a la liberación del agresor, fue el juez Brown quien ignoró la gravedad y, por el contrario, inició el chiste.

Y ¿qué puede decirse del asistente del fiscal de distrito, Richard Martin? Al igual que en todos los procedimientos de este tipo, el asistente del fiscal tenía la responsabilidad primordial de argumentar a favor de Jackie y de la protección de la comunidad. Durante los procedimientos, Martin no abrió la boca una sola vez al respecto.

Al inicio del tercer milenio, es bien sabido que una firme respuesta de la justicia criminal a la violencia doméstica es el único mecanismo comprobado para prevenir un homicidio por violencia doméstica, y para prevenirlo adecuadamente. Las ciudades donde las autoridades judiciales y las cortes han dado a estos crímenes la seriedad que ameritan, han reducido hasta en un 60 por ciento sus tasas de homicidios por violencia doméstica. Aquellos oficiales que deniegan justicia a las mujeres son tan culpables, con conocimiento de causa, de las muertes de ellas como lo es el médico que le niega penicilina a un paciente afectado por neumonía.

En las semanas tras el asesinato de Jackie y antes de que obtuviéramos la transcripción de la audiencia, el fiscal de distrito del condado de Mendocino, Norm Vroman, habló por la radio y le aseguró a la comunidad que su oficina siempre demanda elevadas fianzas en estas situaciones. El fiscal de distrito Norm Vroman mintió. Y cuando los reporteros le preguntaron por qué no había imputado cargos por violencia doméstica en el más reciente informe criminal, el fiscal de distrito Norm Vroman respondió que las evidencias eran insuficientes. El fiscal de distrito mintió de nuevo. El informe policial muestra que existían más que suficientes evidencias para los tres cargos recomendados. Al igual que cualquier otro común perpetrador consciente de su culpa, el fiscal de distrito mintió para encubrir sus actos.

Cuando las mujeres son asesinadas en una comunidad, se debe leer los registros públicos y hablar con la familia y amistades de la víctima. Es necesario exponer la trayectoria de la complicidad en el sistema de justicia criminal que conduce directamente a tantos homicidios de mujeres. Y se debe obligar a responder a los oficiales culpables de esta complicidad.

Se autoriza copiar y distribuir esta información siempre y cuando el crédito y el texto se mantengan intactos.
Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
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Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala

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