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Declaraciónes de Mujeres Afganas y de Otras Mujeres

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Las más oprimidas caminan tímidamente hacia la libertad

Kate Clark desde Kabul
Independent (Reino Unido),
15-XI-2001

En mi primera mañana de vuelta a una Kabul liberada, desperté con algunos sonidos extraordinarios: las voces de mujeres en el aire. Tres nuevas periodistas estaban en Radio Kabul; leían las noticias, presentaban música y charlaban en la misma frecuencia que los talibanes reservaron para su Radio Shariat, puritana y siempre carente de música.

Después de cinco años de tiranía de la policía religiosa, de estrecha mentalidad y rápida para levantar el látigo, las mujeres más oprimidas e invisibles del mundo estaban dando sus primeros pasos hacia la libertad personal.

En la ciudad, las bellas y vivas caras de las mujeres afganas han empezado a mirar desde las odiosas burqas, las túnicas de pies a cabeza que fueron obligadas a soportar, so pena de salvajes latigazos, desde que los talibanes tomaron el poder. Han pasado cinco increíbles años desde que a cualquiera le fue permitido ver la cara de una mujer extraña.

Cuando salí a la calle, la mayoría de las mujeres permanecía cubierta, pero una atrevida había lanzado toda cautela al viento, sustituyendo la agobiante carpa azul por una suave chalina sobre su cabeza.

Tienen un largo camino por recorrer antes de que empiecen a quemar las burqas, pero metafóricamente es eso lo que hoy están haciendo las mujeres. Están sonriendo, y hablan sin temor a ser castigadas. Es como si les hubieran quitado un peso de encima y ahora pueden respirar de nuevo.

Una mujer me invitó a entrar a su casa y me dio un beso. Estaba usando sólo un pañuelo. "Es tan agradable poder saludarte", dijo.

Pero la mayoría todavía actúa con cautela. "Dentro de algunos días nos las quitaremos", dijo una mujer sobre las burqas. Como lo haría una prisionera que está a punto de salir de una oscura celda después de un largo tiempo, a ella le preocupa que sea difícil adaptarse. "Cuando has estado usando una de éstas durante cinco años, es muy difícil quitártela".

La tela de la burqa es pesada y áspera, particularmente si eres pobre y no puedes conseguir un material fino, y tiene sólo una pequeña red que te permite respirar y ver. Cada vez que manejaba por Kabul, me preocupaba la posibilidad de arrollar a alguna mujer porque ella no pudiera ver bien el tráfico.

Los reporteros que visitaron Kabul a principios de los años noventa recuerdan ver jóvenes mujeres usando minifaldas. El gusto por la moda no ha desaparecido; simplemente se clandestinizó. Debajo de la burqa, muchas han usado secretamente tacones altos, medias y ropa interior de encaje. El cabello largo y el pintalabios rosado son favoritos particulares: pequeños gestos desafiantes frente a la cara del Ministerio para el Vicio y la Virtud.

Nadie sabe cómo reaccionarán los hombres. Un residente, Mohammed Shah, dijo: "La decision no es solo de ellas. Tienen que pensar en sus esposos, padres y hermanos".

Mucho más que crayón de labios se necesitará para sanar las heridas invisibles de la profunda depresión que sufren las mujeres aquí. Y aunque nuevamente son libres para trabajar, apenas se puede hablar de una economía. Mientras antes había mujeres trabajando en bancos y como docentes, son hombres quienes ahora tienen todos esos empleos.

(Traducción de Laura E. Asturias)

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