Michele
Landsberg
Toronto Star (Canadá), 26-I-2002
ace
apenas un mes, en el fulgor prenavideño, el presidente George Bush
posaba en Washington con Farida, una afgana refugiada, y magnánimamente
firmaba la Ley 2001 de Asistencia a Mujeres, Niñas y Niños de Afganistán".
Declaró que Estados Unidos permanecería en aquel país hasta que
fuera reconstruido y prometió "asistencia educativa y médica a mujeres,
niñas y niños afganos".
"Luchamos por valores
que nos son preciados", dijo Bush ese día, mientras condenaba la
"brutalidad barbárica... indefendible... de los talibanes hacia
las mujeres".
Es un asunto riesgoso,
eso de ser la chica del afiche de George Bush para la guerra contra
el terrorismo. En la fría luz de enero, Farida es mujer de ayer,
y Bush ha dado un abrupto giro en algunas de sus doradas promesas.
La semana pasada, Bush
decidió retener los $45 millones que ambas cámaras del Congreso
habían acordado entregar al Fondo de Población de Naciones Unidas
(FNUAP). La repentina decisión del presidente un regalo político
a la ultraderecha de su partido ya está teniendo un dramático
efecto en los programas para ayudar a las mujeres alrededor del
mundo, pero el impacto será especialmente "barbárico, indefendible
y brutal" en Afganistán.
maginemos
un pequeño paquete del tamaño de dos pilas de cartas de juego. Es
el "Paquete para un parto higiénico". El FNUAP ya ha distribuido
miles de éstos en Afganistán y en los campos de refugio circundantes.
Cada paquete, tan simple y básico como pueden parecerlo las cuatro
piezas del "equipo", tiene el potencial de salvar la vida de una
mujer afgana.
Cada afgana tiene en
promedio siete hijos. La anticoncepción es virtualmente inexistente;
no es inusual que una mujer tenga 16 ó 17 embarazos, empezando a
la tierna edad de 14 ó 15 años. Del millón y medio de personas refugiadas
que huyeron de Afganistán cuando la Operación Libertad Perdurable
inició, 375,000 eran mujeres en edad reproductiva y 56,000 de ellas
estaban embarazadas. De los siete millones de personas afganas que
permanecen dentro de sus propias fronteras, siete millones están
sometidas a desplazamientos internos, escapando de ejércitos y bombas.
De esas personas, 300,000 son mujeres y adolescentes embarazadas.
A menudo dan a luz sin
ninguna atención, acostadas sobre la tierra o en colchones sucios
en clínicas insalubres y llenas de gente. El paquete les brinda
una sábana plástica limpia sobre la cual acostarse, una hoja de
afeitar para cortar el cordón umbilical, una cuerda para amarrarlo
y también jabón para que "el bebé pueda ser recibido en el mundo
por alguien con manos limpias", en palabras de un funcionario del
FNUAP. El Fondo de Población también está muy involucrado en ayudar
a reconstruir la infraestructura de salud del destrozado Afganistán.
Y, sin embargo, al presidente estadounidense, con sus "preciados
valores", le parece conveniente denegar el financiamiento que permite
el trabajo del FNUAP.
¿Cuántas de esas mujeres
de afiche para la guerra contra el terrorismo se desangrarán ahora,
aterrorizadas y adoloridas, mientras dan a luz? ¿Cuántas morirán
a causa de terribles infecciones, dejando otra familia de niñas
y niños sin madre a su ruda suerte en ese devastado país? Es un
viejo truco republicano que se remonta a Ronald Reagan, para mantener
a la facción extremista del partido bajo control jugando con los
destinos de las mujeres alrededor del mundo. En su primer día de
gobierno, Bush cumplió las promesas hechas a los grupos fundamentalistas
cuando reinstauró la "ley mordaza" de la era Reagan, que niega toda
ayuda federal de Estados Unidos a cualquier agencia de salud de
mujeres en el mundo que se atreva siquiera a hablar sobre asuntos
relacionados con el aborto, aun cuando lo haga con fondos propios,
no provenientes de Estados Unidos.
hora,
para aplacar al único cruzado militante que se opone al derecho
a decidir e hizo campaña contra el financiamiento para el FNUAP
un tal Chris Smith, de Nueva Jersey el presidente
Bush desafía la voluntad mayoritaria del Congreso, así como la desesperada
necesidad de las mujeres afganas.
Nótese, sin embargo,
que el FNUAP no promueve abortos; en Afganistán, ni siquiera distribuye
anticonceptivos. (Quizás debería hacerlo.) La hipocresía de Bush
se revela en todos sus colores en el hecho de que, en noviembre,
dio al FNUAP $600,000 para trabajo en salud reproductiva en Afganistán.
Ahora, para congraciarse con los fanáticos de su país, está dispuesto
a sacrificar las vidas de las afganas. Resulta difícil cuadrar esta
"indefendible brutalidad contra las mujeres" con los valores estadounidenses
y la sentida indignación a menudo expresada por Bush en nombre de
las principales víctimas de los talibanes. Hace apenas unas semanas,
Laura Bush abogaba por los bombardeos en Afganistán en nombre de
las oprimidas mujeres afganas.
Quizás para cuando esta
columna sea publicada, Bush se habrá retractado. Aun así, sus juegos
políticos son una alerta para cualquiera a quien le importe el bienestar
de las mujeres afganas. A menos que mantengamos la presión y la
conciencia pública, esas loables promesas se desvanecerán como luces
de búsqueda en la noche.
(Traducción: Laura
E. Asturias)
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