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En el viento

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Atravesar la gruesa línea azul*
~
¿Dónde está el movimiento
de mujeres?

Luego de agotar los canales judiciales para tratar de salvar su carrera, la ex agente de policía Debra Hartley se siente exasperada, cansada y disgustada. ¡Pero está muy lejos de darse por vencida! El pasado 3 de julio, 2009, salió a pie de su casa en el norte de Pensilvania para caminar unos 362 kilómetros hacia la Casa Blanca. Debra no pudo obtener justicia para sí misma, así que está recorriendo la distancia a pie con el fin de poner de manifiesto la incontrolada discriminación sexual en las agencias encargadas de velar por el cumplimiento de la ley, que trunca las carreras de tantas otras buenas agentes de policía y priva a nuestras comunidades de los inmensos beneficios que las mujeres aportan al trabajo policial. Contacta y apoya a Debra Hartley escribiéndole a dlh304@psu.edu.

Dos décadas de investigaciones evidencian que las mujeres policías presentan tasas drásticamente más bajas que sus colegas hombres de uso excesivo de la fuerza y quejas por parte de la ciudadanía. Ellas también son mejores en amortiguar situaciones volátiles, manejar casos de violencia contra las mujeres y llevar a cabo las metas del trabajo policial comunitario. En suma, las agentes de policía traen consigo exactamente las mejoras que tantas comunidades en todo el país dicen estar buscando en sus fuerzas policiales. (Ver los enlaces al final de este artículo.)

Sin embargo, pese a los beneficios demostrados y al hecho de que cada vez más mujeres están ingresando a las fuerzas de la policía, a nivel nacional el porcentaje de mujeres en el trabajo policial de hecho se está reduciendo, de apenas un 14 por ciento en el año 2000 a 12 por ciento en la actualidad. El patrón es desalentador. Las mujeres son contratadas, masticadas y expulsadas en lo que Debra Hartley califica como “la puerta giratoria”. Los estudios también brindan una ventana al problema. La principal fuente de estrés para las mujeres policías, como lo muestran las investigaciones, no son los criminales ni los rigores del trabajo. Son las actitudes de sus colegas hombres.

No está funcionando en ningún lado

Aquí en la costa oeste, frustradas por los años que hemos invertido en tratar de incrementar la cantidad de mujeres en los departamentos de policía del Condado de Sonoma, aplaudimos a Debra. En los últimos 15 años hemos recabado estadísticas, iniciado más de una docena de demandas judiciales, creado grupos de trabajo y asistido a reuniones de consejos municipales; también hemos organizado protestas, recogido millares de firmas, traído a especialistas policiales de diversas partes del país, llevado a cabo reuniones en la municipalidad... ¡y vean cómo están las cosas!

Según nuestro más reciente conteo en noviembre de 2008, de un total de 666 agentes policiales en las diez fuerzas policiales locales aquí en nuestro progresista Condado de Sonoma, sólo el 8 por ciento está conformado por mujeres, lo que representa un aumento de apenas un par de puntos porcentuales desde que iniciamos nuestra campaña hace 15 años. Peor aun, en esos diez departamentos sólo siete mujeres policías ocupan cargos de sargentas o de mayor nivel. Lo peor de todo, como lo demuestra el mismo conteo de noviembre, es que las mujeres constituyen únicamente el 5 por ciento de quienes se están capacitando como cadetes en nuestra academia de policía local.

Ya sea que la lucha se dé desde adentro, como Debra Hartley y tantas otras agentes policiales lo han hecho, o la batalla venga desde afuera, como en nuestro caso, las cosas no están funcionando. De hecho, el control de los poderes policiales por parte de hombres en nuestro país se está consolidando.

Algunas reflexiones sobre por qué las cosas no están funcionando y lo que podemos hacer al respecto

La mayoría de la gente subestima sobremanera la fuerza que se requiere para producir cambios en las fuerzas de seguridad. A diferencia de muchas otras profesiones en las que se ha producido una flexibilización lenta pero estable de los obstáculos, con los beneficios correspondientes para las mujeres, las agencias encargadas de hacer cumplir la ley continúan siendo un paraíso insular de cultura hípermasculina que tiende a sembrar los talones en la tierra y cerrar filas a fin de mantener fuera a las mujeres. Un revelador estudio de 2003 del Centro Nacional para Mujeres en la Policía demostró que los principales beneficios para las mujeres en tareas policiales a menudo sólo se dan bajo decretos de consentimiento ordenados por los tribunales como resultado de demandas judiciales. Más preocupante aun, el estudio también halló que, al concluir el periodo de vigencia de esos decretos, hay una pronta erosión de los progresos y una rápida pérdida general de mujeres policías.

A este escenario se suman los detalles de las demandas judiciales de mujeres agentes individuales, los cuales muestran una y otra vez que funcionarios de rango superior, hasta el nivel de los jefes de la policía, con frecuencia están activamente involucrados en hacer que las mujeres salgan de las agencias policiales. Cuando una mujer se queja de discriminación, los agentes hombres suelen cerrar filas para tomar represalias contra ella. También hay un patrón repulsivo, pero muy común, de agentes perpetradores a quienes se les promueve en lugar de castigarlos. En gran medida, fue eso lo que ocurrió en el caso de Debra.

Esta arraigada renuencia de la policía a cambiar con los tiempos y abrir las puertas, a pesar del constante torrente de demandas judiciales, significa que se debe ejercer mucha más presión desde afuera - y no sólo en un par de condados ni por una única mujer que emprende una caminata.

Entonces... ¿dónde está el movimiento de mujeres?

El movimiento de mujeres, y sobre todo su sector dedicado a combatir la violencia contra las mujeres, ha estado conspicuamente ausente de esta lucha y, de hecho, ha mostrado una marcada antipatía por la tarea. Hay algunas notables excepciones. Por ejemplo, a finales de los años noventa y principios de esta década, el Centro Nacional para Mujeres en la Policía estaba dando pasos monumentales para promover a las mujeres en el trabajo policial, pero incluso los esfuerzos de esta organización se han diluido en años recientes.

Hay un sinnúmero de razones, algunas más obvias que otras, de por qué los grupos de mujeres se han apartado de esta lucha. Es bien conocida - y abrumadora - la disposición con que la policía abusa de sus enormes poderes para tomar represalias contra cualquier grupo que desafíe su statu quo. De hecho, agencias de policía han destrozado exitosamente varios centros de mujeres para atención de crisis que se atrevieron a criticar prácticas de las fuerzas de seguridad. No muchas organizaciones pueden soportar los golpes, a menos que se dediquen con toda seriedad a la tarea, teniendo una estrategia y contando con recursos suficientes para enfrentarse a las inevitables y poderosas reacciones de la policía.

Otra razón por la cual se presta tan poca atención a incrementar la cantidad de mujeres en el trabajo policial es que las personas en general, incluidos los grupos de mujeres, no se percatan exactamente de cuán crucial es un trabajo policial mejorado y no sexista para que las mujeres puedan emanciparse. El movimiento de mujeres ha hecho una labor fenomenal en lograr que se aprobara una serie de leyes para dar respuesta a la violencia contra las mujeres. Sin embargo, existe la creencia muy equivocada de que, tras la aprobación de una ley, automáticamente la policía debe hacerla cumplir. La realidad es que la policía tiene enormes poderes discrecionales para decidir cuáles crímenes tratar con seriedad y cuáles ignorar.

Lo cierto es que, a pesar de la retórica de la policía, prevalece su sexismo en las decisiones relativas a la aplicación de la ley. Demasiados agentes de policía optan por ignorar, desconsiderar, no investigar a cabalidad y, en otros centenares de formas, desechar los casos de mujeres víctimas de violencia, como también descartar las leyes que fueron aprobadas para proteger a las mujeres. Si la policía ni siquiera puede trabajar con mujeres agentes, es de imaginar cómo tratan a las mujeres víctimas de violencia, especialmente cuando todo depende de la discrecionalidad de un agente individual.

Con fuerzas policiales rígidamente dominadas por hombres que se erigen como guardianes arbitrarios de la seguridad, justicia y libertad de tantas mujeres, romper esta fortaleza patriarcal debería ser una tarea prioritaria en las agendas de las mujeres.

Seguirle la pista al dinero

Lamentablemente, existe otra razón significativa, pero objeto de poca discusión, por la cual el movimiento de mujeres ha descuidado esta crucial tarea. Comprenderla requiere sólo de prestar atención al dicho ‘seguirle la pista al dinero’.

En 1994, cuando la federal Ley sobre la Violencia contra las Mujeres dotó al sistema de recursos financieros sustanciales, éstos trajeron consigo unas siniestras condiciones, como ocurre con tanta frecuencia. Al inicio, a fin de obtener una parte de este dinero, los centros para atención de la violación y la violencia doméstica en la mayoría de los estados debían presentar pruebas de su cooperación con las fuerzas de seguridad locales. Por lo general, esto se llevó a cabo exigiendo que los centros de mujeres obtuvieran firmas de los jefes de los departamentos de policía y del fiscal de distrito de la localidad en un ‘memorando de entendimiento’ entre la agencia de policía y esos centros.

¡Listo! Así de rápido, la policía y los fiscales de distrito tuvieron un efectivo poder de veto sobre el financiamiento principal del movimiento por la erradicación de la violencia contra las mujeres. Todo lo que la policía tenía que hacer era rehusarse a firmar el memorando o amenazar con que se negaría a firmarlo, y los centros de mujeres se alineaban o quedaban fuera. Desde entonces, las cosas sólo han ido de mal en peor.

En los últimos 15 años, los centros para atención de la violación y la violencia doméstica han entrado cada vez más en relaciones contractuales con las agencias encargadas de hacer cumplir la ley, por ejemplo, teniendo oficinas de defensoras en el departamento de policía, obteniendo juntos los subsidios o entretejiendo toda suerte de políticas, programas y finanzas. Al igual que algunos beneficios obvios para las víctimas, también la desventaja ha sido predecible. En los Estados Unidos, el movimiento por la erradicación de la violencia contra las mujeres se ha ido enraizando con mayor frecuencia en las instituciones que más necesitamos cambiar. Los centros feministas de ayer dedicados a atender la violación y la violencia doméstica se han transformado hoy día en agencias casi gubernamentales de servicios. Se le ha quitado el filo al colmillo de la lucha por producir cambios en las agencias policiales y acabar con la violencia contra las mujeres. El otrora vibrante movimiento feminista por la eliminación de la violencia contra las mujeres ha sido reducido a recoger incansablemente los despojos humanos que el patriarcado deja a su paso.

Todo puede hacerse

Las tareas a futuro para incorporar plenamente a las mujeres en las agencias de policía son todas factibles. Las estadísticas policiales sobre sexo y raza deben ser vigiladas en todos los rangos y academias, para luego darlas a conocer. Es necesario impugnar las tácticas de reclutamiento de la policía, como también sus prácticas de contratación, retención y promoción. Las comunidades requieren educación sobre la importancia y los beneficios del trabajo de las mujeres en la policía. Otros grupos por la justicia social y que vigilan a la policía deben unirse a la tarea. Las activistas tienen que examinar y renovar sus cajas de herramientas. Y las mujeres policías individuales necesitan recibir apoyo.

Todo esto es factible. Sin embargo, antes que cualquier aspecto de ello pueda realmente prosperar, necesitamos reinventar un movimiento feminista independiente por la eliminación de la violencia contra las mujeres que pueda soportar la batalla. Esto no significa desmantelar las organizaciones de servicios que ya tenemos, pero sí implica invertir esfuerzos considerables en fomentar la participación de grupos independientes de mujeres en la tarea.

También necesitamos en general un movimiento de mujeres que incorpore en su agenda nacional la meta de incrementar la cantidad de mujeres en las fuerzas policiales. El poder y la cultura de la policía son demasiado poderosos y están muy galvanizados como para que los grupos individuales tengan éxito con esfuerzos aislados. Pero será poco probable incluso despertar un interés nacional por este asunto a menos que el movimiento por la erradicación de la violencia contra las mujeres asuma el liderazgo.

Contacta a Debra Hartley escribiendo a dlh304@psu.edu

Mientras tanto, los pedidos de ayuda de muchas mujeres siguen topándose con hombres hostiles y sexistas en la policía que saben que pueden dar la espalda a esos clamores con toda impunidad. Y la ex agente Debra Hartley está caminando sola hacia la Casa Blanca. “Espero que al hacer algo extraordinario como esto”, dice ella, “podamos atraer suficiente atención a este problema, lograr que la gente hable de ello y se involucre, además de conseguir el interés de los medios de comunicación por este asunto, para que se produzcan cambios en algunas políticas”.

Es evidente que Debra Hartley no puede, ni debería, estar haciéndolo sola. Como un primer paso potente, comunícate con ella a dlh304@psu.edu para ofrecerle cualquier apoyo que le puedas brindar.

Enlaces:
Estudios y publicaciones del Centro Nacional para Mujeres en la Policía
Más artículos, estadísticas y documentos de demandas judiciales sobre mujeres en tareas policiales

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Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
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Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala

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