Los
derechos de las personas viven o mueren en los
corazones de las personas.
(Autoría desconocida)
El caso
federal de derechos civiles de María Teresa Macías
contra el Departamento del Alguacil del condado de Sonoma ha concluido.
De la vida y el homicidio por violencia doméstica de una
inmigrante mexicana cuyos ruegos de ayuda dirigidos al alguacil
fueron ignorados, el caso ha pasado a ser una piedra angular constitucional
para el derecho de las mujeres a la protección policial.
En primer
lugar, hace dos años, una decisión unánime
de la Corte de Apelaciones del Noveno Circuito en relación
con el caso Macías estableció el derecho constitucional
de las mujeres a responsabilizar legalmente a las fuerzas de seguridad
cuando éstas no les brindan protección igualitaria
de la ley. Luego, en junio del 2002, un arreglo sin precedentes
por un millón de dólares se constituyó en la
primera vez que a la policía se le ordena pagarle a la familia
de una víctima de violencia doméstica por su incapacidad
para protegerla adecuadamente.
Sin embargo,
¿qué ocurrirá ahora con los millones de mujeres
maltratadas para quienes el caso Macías es tan lejano como
la esperanza... para todas las mujeres a quienes les resulta enorme
la brecha entre su indefensión y los poderes arbitrarios
de la policía? Aunque, según se dice, los derechos
de las personas viven o mueren en los corazones de las personas,
¿cómo pueden las mujeres -pobres, golpeadas y luego
ignoradas por la policía- empezar a ejercer los derechos
establecidos por el caso Macías?
Hay quienes
ya se están apoyando en este caso en la corte federal. Por
ejemplo, la familia de una víctima de homicidio por violencia
doméstica, Claire Tempongko, ha entablado una demanda alegando
que las fuerzas de seguridad de San Francisco le denegaron a Claire
su derecho a protección igualitaria antes de ser asesinada.
Pero sería trágico que el caso Macías fuera
utilizado solamente como una suerte de "últimos sacramentos"
jurídicos cuando una mujer más ha muerto. A fin de
que ocurran cambios profundos en las respuestas que las mujeres
reciben diariamente de la policía, el caso Macías
debe ser utilizado cada día por las mujeres vivas.
El lenguaje
del dictamen de la Corte de Apelaciones en el caso Macías
es, sin duda, lo suficientemente amplio como para soportarlo. El
dictamen, de hecho, fue más allá de sólo declarar
el derecho constitucional de las mujeres a demandar legalmente a
la policía por la negativa de ésta a brindarles protección
igualitaria. La corte también dictaminó que no es
necesario demostrar que las fallas de la policía provocaron
un asesinato, o daños físicos adicionales o, de hecho,
que hayan ocasionado algún daño en absoluto. La sola
violación de la protección igualitaria por parte de
la policía -dictaminó la corte- es daño suficiente,
por sí mismo, para proceder con la demanda. Al menos en los
once estados del occidente de Estados Unidos donde son ley los dictámenes
del caso Macías, el remedio legal ahora a disposición
de las mujeres pasó de ser una opción inexistente
a una totalmente abierta.
Tampoco
debería ser necesario que las mujeres busquen un abogado
y entablen una demanda cada vez que la policía las discrimina.
Lo que se requiere es que cada mujer lleve estos derechos tan arraigados
dentro de sí misma, que pueda reaccionar inmediatamente con
indignación y exigencias, y no con una desesperación
mortal. Cuando una joven mujer negra ha sido descartada por un detective
que no está dispuesto a investigar la violación que
ella sufrió, y ella reúna a sus amistades, con quienes
entrará a la oficina del jefe y diga "¡Macías
demanda que ustedes investiguen!"... Cuando un grupo de ciudadanas
se presente en la oficina del fiscal de distrito y señale
"Usted sólo tiene cuatro de 40 fiscales asignados a
casos de violencia contra las mujeres. ¡Macías exige
que tenga más!"... Cuando los servicios para víctimas
terminen de limpiar diligentemente los despojos humanos que quedaron
tras el paso del sistema y empiecen a luchar como tigres por el
derecho de las mujeres a protección igualitaria... sólo
entonces serán sentidos los plenos poderes del caso Macías.
Existen
obstáculos para enfrentar al sistema criminal de justicia,
sin lugar a dudas, y ninguno de ellos es tan enorme como los siglos
de desesperación y alienación que las mujeres han
experimentado con el sistema de justicia en particular. Previo al
caso Macías, desde las cortes federales hasta la Corte Suprema
habían dictaminado consistentemente que las fuerzas de seguridad
tienen absoluta discrecionalidad para decidir cuáles crímenes
tratarán seriamente y cuáles van a ser descartados.
Indiferentemente de cuántas evidencias existieran, sin importar
cuán horrendo hubiera sido el crimen o cuán grande
el peligro, el derecho de las fuerzas de seguridad a voltear la
espalda cada vez que se les antojaba fue siempre refrendado. Esta
absoluta discrecionalidad policial y fiscal, combinada con el sexismo
profundamente arraigado en el sistema de justicia, ha dejado a las
mujeres abandonadas a su suerte en el ámbito de la violencia
contra ellas. Y las dejó absolutamente sin ningún
medio a su disposición para responsabilizar a las fuerzas
de seguridad por la discriminatoria denegación de justicia
de éstas.
¡No
es de extrañar, entonces, que la violencia contra las mujeres
siga campante! ¡No es extraña la desesperación
que ellas sienten! ¡Tampoco es extraño que las mujeres
se hayan alejado, temerosas, después de haber sido descartadas
por la policía! No es fácil dejar a un lado las generaciones
de desesperación, especialmente cuando la policía
amedrenta e intimida con impunidad. Pero ha llegado la hora. El
caso Macías es lo suficientemente sólido para que
las mujeres se apoyen en él. Y al igual que con otros preciosos
derechos, los del caso Macías darán fruto o se desvanecerán...
en los corazones de las personas y en uso que ellas hagan de esos
derechos.
Para obtener
más información y documentos de antecedentes sobre
el caso Macías, ver www.justicewomen.com
y www.purpleberets.org
Se
autoriza copiar y distribuir esta información siempre y cuando
el crédito y el texto se mantengan intactos.
Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
Women's Justice Center,
www.justicewomen.com
rdjustice@monitor.net
Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala
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