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No se trata de que necesitemos menos organizaciones que brinden importantes servicios sociales a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia. El punto es que nos urge crear muchas más organizaciones que estén lo suficientemente libres de financiamientos restrictivos para poder encender de nuevo la lucha y el fuego feministas.
Esta guía va dirigida a todas las personas que quieren trabajar para poner fin a la violencia contra mujeres, niñas y niños. Es para aquéllas que desean emprender nuevos caminos, forjar nuevas estrategias, abogar sin concesiones, confrontar las raíces patriarcales de la violencia y ser independientes de fondos gubernamentales. Es para quienes no tienen acceso a grandes financiamientos. Es para defensoras y defensores que antes han desempeñado este trabajo pero sienten las restricciones que imponen los actuales modelos de los centros para atención de crisis. Es también para personas que nunca han hecho este tipo de trabajo pero se sienten impulsadas a reencender el movimiento que busca acabar con la violencia contra las mujeres y cambiar el mundo. Y, más especialmente, esta guía es para quienes nos han pedido compilar algunas sugerencias provenientes de nuestra propia experiencia en establecer un centro activista, de bajo presupuesto e independiente para poner fin a la violencia contra las mujeres. Cualesquiera sean tus ideas para abogar por víctimas individuales o comunidades y asegurar la no violencia y la justicia, esperamos que consideres las ventajas y el poder de salir del molde y mantenerte tan independiente como sea posible. La Parte 1 de esta guía explica por qué creemos que es urgentemente necesario reinventar la defensa y el activismo independientes para acabar con la violencia contra las mujeres. La Parte 2 ofrece algunas sugerencias prácticas derivadas de nuestra propia experiencia acerca de cómo iniciar un centro feminista alternativo e independiente. Nuestra esperanza no es que necesariamente copies lo que hemos hecho. Por el contrario, esperamos que veas que sí puede hacerse, que debe hacerse, que es posible hacerlo de diversas maneras y que puedes marcar una diferencia contando con recursos mínimos. Además de leer este texto, te alentamos a que veas la variedad de otros grupos que han iniciado por su propia cuenta, en diversas direcciones, independientes de fondos gubernamentales restrictivos. Éstos son sólo algunos que puedes buscar en Internet: INCITE!, la Coalición Nacional contra la Violencia Doméstica, Mujeres Creando, Arte-sana, Ruralwomyn, la Red de Acción Colectiva por las Mujeres y las Niñas (CAN), etc. También recomendamos enfáticamente un reciente documento de la red CAN llamado ‘Communities Engaged in Resisting Violence’ (‘Comunidades involucradas en resistir la violencia’) Ofrece puntos de vista más profundos y variados acerca de los temas que aquí abordamos sólo brevemente.
1. Porque es necesario apartarnos de financiamientos restrictivos que han paralizado al movimiento por la erradicación de la violencia contra las mujeres. En los últimos 15 años, el movimiento para poner fin a la violencia contra las mujeres en los Estados Unidos se ha arraigado con mayor frecuencia en las mismas instituciones que más necesitamos cambiar. Los centros feministas que en el pasado atendían la violación y la violencia doméstica son en la actualidad casi agencias gubernamentales de servicios. La llegada de fondos federales con muchas condiciones, combinada con programas hambrientos de cuantiosos presupuestos, es una tendencia que está inhabilitando nuestra capacidad de abogar eficazmente por los derechos de las víctimas y llegar hasta las raíces de la violencia. No hay duda de que el actual sistema de los centros que atienden la violación y violencia doméstica está realizando una enorme tarea al brindar servicios muy necesarios a literalmente millones de mujeres. Sin embargo, los requisitos a menudo restrictivos de los grandes financiadores, en particular los gubernamentales, combinados con las comprometedoras relaciones que muchos centros han establecido con poderosos sistemas patriarcales, sobre todo el sistema de justicia, han congelado al movimiento, lo han institucionalizado y despojado de sus raíces en un movimiento feminista por el cambio social. Cuando las/os defensoras/es y las agencias para las que trabajan están vinculadas por contrato a estos sistemas gubernamentales, como es el caso de la mayoría en la actualidad, resulta prácticamente imposible aplicar las presiones que se requieren a fin de hacer que esos sistemas cambien. Algunas veces de manera abrupta y otras en forma imperceptible con el paso del tiempo, a defensoras/es y programas que luchan vigorosamente por los derechos de las mujeres se les ha eliminado, desfinanciado, cancelado y disciplinado; se han emprendido represalias en su contra o, para empezar, ya no se les toma en cuenta. Una de las principales consecuencias de ello es que víctimas de la violencia contra las mujeres acuden a estos centros creyendo que ahí van a encontrar una defensora o defensor que tiene total libertad para luchar por sus derechos, ignorando por completo que se apoyan en alguien cuyo salario está vinculado a la aprobación y al control del sistema, una persona que probablemente sienta temor de contravenir a ese sistema. En suma, el movimiento por la erradicación de la violencia contra las mujeres se ha involucrado en un profundo conflicto de intereses entre el objetivo de asegurar los derechos de las mujeres y el deseo de no perder empleos y fondos. Se le ha quitado el filo al colmillo de la lucha para acabar con la violencia contra las mujeres. El vibrante movimiento feminista que buscaba poner fin a esa violencia ha sido reducido a uno que interminablemente limpia los despojos humanos que quedan tras el paso del patriarcado. No se trata de que necesitemos menos organizaciones que brinden importantes servicios sociales a mujeres, niñas y niños víctimas de violencia. El punto es que nos urge crear muchas más organizaciones que estén lo suficientemente libres de financiamientos restrictivos para poder encender de nuevo la lucha y el fuego feministas. 2. Porque existe la urgente necesidad de que las numerosas comunidades de mujeres que han quedado atrás establezcan sus propios programas para satisfacer mejor sus necesidades y aplicar sus filosofías. Las necesidades de mujeres de color, rurales, pobres, prostituidas, inmigrantes, mujeres con nuevas ideas, mujeres que de una u otra forma están doblemente marginadas, a menudo son relegadas a un último plano en los actuales centros que atienden la crisis por violación y los albergues para víctimas de violencia doméstica. Aun cuando integrantes individuales del personal de estos centros son sensibles a esas necesidades, sus manos suelen estar atadas por las políticas y programas de los centros, que desde el principio se diseñaron en torno a lo que funciona para mujeres blancas de clase media. Los sesgos ya están muy arraigados en las estructuras de estos programas, lo cual hace muy difícil cambiar desde adentro las prácticas establecidas. Es una tarea que se dificulta aun más debido a que los fondos gubernamentales y de las grandes fundaciones de los cuales estos centros dependen por lo general dictaminan las estructuras programáticas que mantienen el statu quo. Por ejemplo, una comunidad de inmigrantes podría sentir que sería mejor invertir fondos presupuestarios en contratar intérpretes o proveer transporte, en vez de mantener una línea telefónica de 24 horas diarias que atienda crisis. Pero si los mandatos financieros e históricos del centro existente exigen que se mantenga la línea telefónica de 24 horas, en ese sistema hay muy poca flexibilidad para hacer el cambio. O es muy improbable que un centro cuyos fondos y políticas han priorizado los servicios de asesoramiento apoye manifestaciones en la calle que presionan a la policía a dejar de participar en las redadas de inmigrantes para que las víctimas latinas no tengan miedo de denunciar violaciones. Las tasas de violencia contra las mujeres son más elevadas entre aquéllas que cuentan con menos recursos para escapar de esa violencia. Sin embargo, son las necesidades de esas mismas poblaciones de mujeres que son crónicamente insatisfechas por el actual sistema de centros para atención de la crisis. El sentido común básico indica que las cosas tendrían que ser al revés. Los recursos de los centros deberían concentrarse en las necesidades de las mujeres y comunidades más oprimidas por la violencia. Es crucial continuar insistiendo en que los actuales albergues para víctimas de violación y violencia doméstica hagan los cambios estructurales profundos que se necesitan para atender de manera apropiada a todas las mujeres. Pero también es urgente desarrollar nuevas formas en que las mujeres marginadas puedan ahora mismo establecer control de sus propios programas. Más información sobre las enormes frustraciones experimentadas por mujeres de color integrantes del personal de los centros establecidos para víctimas de violación y violencia doméstica está disponible en ‘Call to Action Statement 2008’ (‘Declaración del Llamado a la Acción 2008’), de Defensoras y Activistas de las Mujeres de Color. Para leer más sobre los cambios estructurales que consideramos se deben hacer para servir mejor a la comunidad latina en nuestro país, ver ‘Mejorando los servicios y la proyección hacia la comunidad latina’. 3. Porque es urgente crear modelos y estrategias que funcionen eficazmente con presupuestos bajos. Por lo general es cierto que cuanto más dinero se tiene, mejor. También lo es que la mayoría de grupos de mujeres en las comunidades de bajos ingresos, como en comunidades de todo tipo de ingresos, enfrentan obstáculos para generar un gran apoyo financiero. Además, los grandes financiadores, en particular los gubernamentales, probablemente no otorgarán fondos a proyectos que vayan a subvertir las cosas apenas un poco; mucho menos financiarán proyectos que pretendan fomentar un cambio social radical. Y poner fin a la violencia contra las mujeres requerirá, más que cualquier otra cosa, de un cambio social radical continuo y amplio. De modo que existe una gran necesidad de nuevas estrategias y estructuras que puedan ser eficaces con un pequeño presupuesto. También es importante crear estrategias y programas que se adapten a la inmensa mayoría de mujeres del mundo que viven en comunidades y países pobres; mujeres que no pueden ni empezar a pensar en reproducir los modelos de albergues para víctimas de violación y violencia doméstica que actualmente están de moda en los Estados Unidos. Más aun, los requisitos de los grandes presupuestos pueden, por sí mismos, hundirte. El solo hecho de saber que debes continuar alimentando a un presupuesto hambriento inevitablemente te ata a fuerzas conservadoras, te acorrala en agendas seguras, te hace muy consciente de no machucarle la cola a nadie ni gritarle al poder la verdad más importante. La buena noticia es que existen numerosas formas de promover el cambio social con fondos mínimos y muchas más habrán de ser inventadas. Una mujer que conocemos utilizó apenas un teléfono, un robusto nombre organizacional y un membrete bien diseñado. En tiempos en que el acoso sexual en las escuelas no era más que una lucecita en el radar, las cartas que ella pertinentemente envió a funcionarios públicos en nombre de las víctimas contribuyeron mucho a impulsar a la comunidad para que respondiera en maneras más iluminadas. Al mismo tiempo, también es importante compensar lo mejor posible a las mujeres que hacen este trabajo. Así que el objetivo es doble, poder recaudar fondos adecuados a la vez que se evita depender de financiamientos restrictivos. Unas excelentes hojas informativas que provocan reflexión sobre hechos acerca de los financiamientos para organizaciones de mujeres se encuentran en ‘¿Dónde está el dinero para los derechos de las mujeres?’. 4. Porque es necesario crear nuevas formas de organización que sean más coherentes con las características singulares de la opresión femenina, para que todas las mujeres puedan participar. Como es comprensible, las mujeres hemos adoptado muchas de las estructuras organizativas y tácticas que han resultado muy exitosas para otros grupos oprimidos. Pero la opresión de las mujeres está estructurada de manera muy diferente a la de la mayoría de otros grupos oprimidos. Muchos métodos organizacionales que son efectivos en un entorno no se aplican lo suficientemente bien a la condición de las mujeres de modo que a todas les sea posible unirse a la lucha por su liberación. Por ejemplo, las mujeres no están agrupadas en guetos, colonias o reservaciones, como sí lo está la mayoría de otros grupos oprimidos. Por el contrario, la opresión femenina en todo el mundo se caracteriza por la sentida ausencia de un ‘espacio de mujeres’ y de instituciones controladas por mujeres. Ellas no tienen sus propios vecindarios, iglesias ni otros de los lugares naturales de reunión que les propiciarían el retiro fácil y continuo que necesitan para sostener la organización. El solo hecho de reunirse requiere de un primer paso: el de crear de nuevo el espacio, una y otra vez. Necesitamos seguir creando instituciones y lugares de mujeres. Pero también son necesarias nuevas estrategias organizaciones que no dependan en absoluto del lugar. La Internet es un gran desarrollo en este respecto. Sin embargo, incluso aquí, a menos que estén protegidos por alta seguridad, el ciberespacio y los foros de mujeres se encuentran bajo ataque e intromisión constantes por parte de hombres. Otro ejemplo: a diferencia de la mayoría de grupos oprimidos, el trabajo de las mujeres nunca termina, y es el tipo de trabajo que interfiere de manera impredecible en cualquier otra cosa que ellas hayan planificado. En todo el planeta, y además de cualquier otro empleo que tengan, recae casi exclusivamente en las mujeres la responsabilidad de cuidar a las niñas, los niños y las personas ancianas del mundo, así como el mantenimiento de casi todos los hogares, sin compensación. Esto es injusto, por supuesto, y constituye una enorme parte de la opresión femenina. Pero también es algo que debe ser incorporado en las estrategias organizativas para que todas las mujeres puedan participar. Necesitamos estrategias organizacionales en que las mujeres puedan participar juntas, pero sin tener que estar ancladas a un tiempo o lugar. Las responsabilidades de las mujeres relacionadas con la crianza infantil también significan que ellas necesitan estrategias osadas y revolucionarias y, al mismo tiempo, lo suficientemente seguras para sus bebés. Las mujeres siempre pondrán en primer plano la seguridad y estabilidad de sus hijas e hijos. Independientemente de cuánto muchas mujeres quieran fomentar el cambio social, no participarán en actividades que amenacen el bienestar físico o emocional de sus niñas y niños en el hogar, la escuela o los juegos. Ellas necesitan estrategias que sean seguras para sus hijas e hijos. Éstas son sólo algunas de las singulares realidades de la condición femenina que deberían orientar la búsqueda de nuevas estrategias. Ciertamente, en el Centro de Justicia para Mujeres no resolvimos estos problemas particulares. Pero los incluimos aquí con la esperanza de que tú sí puedas. 5. Y la razón principal por la que es urgente reinventar la defensa y el activismo independientes es que la violencia contra las mujeres continúa prácticamente sin cambios. Es indudable que ha habido logros significativos en los últimos 40 años. Uno de ellos es haber roto el silencio. Y, a mayor o menor grado, en los Estados Unidos, como en casi todos los demás países, se ha creado un cuerpo especializado de legislación para responder a la violencia contra mujeres, niñas y niños y remediarla. Sin embargo, el problema dista mucho de ser solucionado. La violencia contra las mujeres y todas sus devastadoras consecuencias sociales prácticamente no han disminuido. Incluso en los Estados Unidos hay pocos indicios de que la violencia contra mujeres, niñas y niños se haya reducido de manera significativa. Las tasas de homicidio son quizás el indicador más exacto de dónde estamos. En febrero de 2008, el senador Joseph Biden, un autor principal de la legislación federal estadounidense sobre violencia contra las mujeres, se jactó de que en los 14 años transcurridos desde 1994 (cuando la ley fue aprobada) los homicidios de mujeres por violencia doméstica han disminuido en un 22 por ciento en el país. Pero aun este aparente logro queda opacado frente al hecho de que en el mismo periodo la tasa general de homicidios en los Estados Unidos se redujo en más del 40 por ciento. Resulta obvio que las fuerzas subyacentes que impulsan la violencia contra las mujeres se resisten incluso a los potentes factores sociales que condujeron a la drástica reducción de todos los demás homicidios. Existe un enorme vacío de voluntad social entre las rimbombantes nuevas políticas, leyes y retórica, por un lado, y alguna implementación auténtica del poder real para poner fin a la violencia. Las respuestas a la violencia contra las mujeres aún son regidas por instituciones dominadas por hombres y actitudes que con suma frecuencia toleran la violencia y colaboran en ella, en vez de condenarla y detenerla. Nos hemos empantanado en lo que una investigación de 2002 sobre homicidios por violencia doméstica, realizada en el estado de Washington, tan aptamente llamó “el absurdo procesamiento de casos”. La historia en otros incontables países del mundo es muy parecida e incluso peor. Bajo las presiones de recursos que se agotan, de la guerra, el racismo y la degradación ambiental, mujeres, niñas y niños y sus derechos son cada vez más las víctimas de violencia, brutalidad e impunidad. Existe una gran necesidad de crear organizaciones que no estén bajo la bota de las mismas instituciones patriarcales que perpetúan esta violencia; organizaciones que sean libres para plantear demandas de cambio eficaces y radicales, libres para experimentar con nuevas formas, y lo suficientemente flexibles para incorporar a la lucha las energías de muchas más mujeres. Vea Parte 2 ~ Cómo empezar:
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