Un
obstáculo común y serio para la justicia para latinas víctimas
de violación y violencia doméstica es, en primer lugar, el temor
a pedir ayuda a la policía; temor de que la policía las reporte
al Servicio de Inmigración y Naturalización (INS); de que las
autoridades pudieran quitarles a sus niños; de que no las entiendan;
o, sencillamente, temor a la policía.
A veces, el temor puede
ser superado con buena información, pero demasiado frecuentemente
el miedo persiste y la mujer se ve marginada siquiera de la posibilidad
de recibir ayuda. En este número de "Justicia" nos centramos en
ese temor a llamar a la policía como un primer paso en la búsqueda
de soluciones.
Los ejemplos de casos
a continuación son de clientas del Centro de Justicia para Mujeres
que han autorizado la publicación de sus historias a fin de que
las cosas sean más fáciles para otras mujeres. Sus nombres han
sido cambiados para protegerlas.
Temor
a la deportación
Lupe
nos llamó solamente después de que una amiga la presionó suficiente
para que lo hiciera. Por el tono de su voz, era fácil notar que
Lupe tenía tanto miedo de hablar con nosotras como lo tenía de
hablar con la policía. Pero las golpizas que su marido le daba
estaban aumentando y ella supo que debía hablar con alguien
Como en la mayoría
de casos de violencia doméstica en los que una mujer no es ciudadana
de los Estados Unidos, el esposo de Lupe la amenazaba diciéndole
que si ella llamaba a la policía, ésta llamaría al INS y ella
sería deportada. Le aseguramos que, siendo ella víctima de un
crimen, ningún agente de policía del condado de Sonoma siquiera
le preguntaría sobre su situación inmigratoria, y que si por casualidad
de enteraban sobre ésta, aun así no la reportarían. Lupe no estaba
segura. Entonces le dijimos que no sabíamos de un solo caso, en
los últimos seis años, en el que la policía hubiera reportado
al INS a una víctima de un crimen
Lupe todavía no estaba
convencida. Nos dijo que había escuchado que la policía de Windsor
y agentes del INS habían irrumpido, durante la noche, en la casa
de una familia latina, sin orden de cateo, con armas en las manos,
y que las personas habían sido sacadas de la casa. Tratamos de
explicarle a Lupe que esto era diferente a una situación en la
cual la víctima de un crimen pide ayuda a la policía. Pero no
funcionó. La imagen vívida de la policía y el INS actuando como
una fuerza era abrumadora. Lupe no fue capaz de pedir a la policía
la ayuda que tanto necesitaba.
Un detalle especialmente
revelador en la historia de Lupe es que, hace un año, cuando tuvo
lugar esa redada de la policía y el INS en Windsor, ella aún no
había llegado a los Estados Unidos. Aun la infrecuente participación
de la policía en las redadas del INS provoca un terror tan perdurable
entre inmigrantes que extingue durante mucho tiempo la confianza
esencial que debe existir entre la comunidad y la policía.
Temor
a perder a hijas e hijos
Aunque
tenemos la confianza de poder convencer a las mujeres inmigrantes
de que la policía no las reportará al INS, es una historia diferente
cuando se trata de mitigar los temores existentes en la comunidad
latina de que acudir a la policía para recibir ayuda represente
que sus hijas e hijos les sean arrebatados. Trágicamente, esto
ocurre con mucha frecuencia.
Una vez, cuando
Andrea volvió a su casa del trabajo, le horrorizó descubrir que
su pequeña hija tenía lastimaduras en el área vaginal. Inmediatamente
llevó a la niña al médico, quien llamó a la policía. La policía
le pidió a Andrea que llevara a su hija ese mismo día al Centro
Infantil de Redwood (RCC) para que le practicaran un examen de
violencia sexual.
En el RCC, una empleada
que hablaba español le informó a Andrea que éste era el lugar
donde retenían a niñas y niños que habían sido removidos de su
hogar. "Es probable que también usted perderá a su hija", le dijo
"Yo no sabía qué
hacer", dice Andrea. "Empecé a llorar. Quería tomar a mi hija
y correr". La policía también le dijo a Andrea ese primer día
que si no cooperaba, ellos podían llevarse a sus hijos. Esto,
a pesar de que ella estaba cooperando plenamente.
Esta amenaza a las
madres por parte de las autoridades, de "coopere o nos llevaremos
a sus hijos" es común en casos de abuso infantil. Provoca terror
en los corazones de las madres, madres que ya se sienten horrorizadas
al descubrir el sospechado abuso. Peor aún -y más frecuentemente
en el caso de latinas- es que estas amenazas demasiado a menudo
son cumplidas.
Sandray su esposo
habían estado criando a sus dos pequeños hijos en el condado de
Sonoma. El año pasado, cuando se enteraron de que la hija del
primer matrimonio de él estaba siendo abusada en México, decidieron
traer a la niña a vivir con ellos.
Poco tiempo después
de que la niña arribó, acusó a su padre de abusar sexualmente
de ella. Aunque el esposo de Sandra fue arrestado y encarcelado
y se emitió una orden que le prohibía establecer contacto alguno
con sus hijos, el Servicio de Protección Infantil (CPS) solicitó
que a la madre se le retirara la custodia de los tres niños. El
CPS no formuló ninguna acusación contra la madre, aparte de decir
que ella habría estado en la casa cuando el abuso supuestamente
ocurrió a puerta cerrada con llave. Hoy, casi un año después,
cuando todos los cargos contra el esposo han sido retirados, el
CPS aún no le ha devuelto la custodia legal a la madre. En ningún
momento ha externado el CPS alguna sospecha o acusación de conducta
indebida contra la madre.
Defensores
de víctimas en todo el país están observando que aumentan los
casos de violencia doméstica, así como de abuso infantil, en los
que a las madres se les retiran sus hijas e hijos, con el argumento
de que el abuso o la violencia doméstica en sí es prueba de la
incapacidad de la madre para protegerles. Esta culpabilización
de la madre socava severamente su fortaleza justamente en el momento
en que más la necesita. Los resultados pueden ser fatales, como
ocurrió en el caso de María Teresa Macías.Maria Teresa Macias.
La cobertura de prensa
sobre los fallos en el sistema que condujeron al homicidio de
Teresa Macías por violencia doméstica en 1996, se centró principalmente
en el Departamento de Policía. El papel del Servicio de Protección
Infantil nunca salió totalmente a la luz, aunque estaba en igual
necesidad de ser inspeccionado.
Un año antes de
su muerte, Teresa reportó a las autoridades del condado que su
esposo estaba abusando sexualmente de su hija menor. El detective
asignado al caso nunca entrevistó a Teresa o a su esposo, y cinco
semanas después aún no había dado seguimiento a una sola de las
numerosas pistas en el caso. Durante ese tiempo, mientras Teresa
esperaba ayuda, su esposo entró a la fuerza en su casa, amenazándola.
En lugar de avanzar en la investigación, el condado tomó a los
tres hijos de Teresa, acusándola de incapacidad para protegerles
de su esposo.
Teresa estaba devastada
por la pérdida de sus hijos, y luego más todavía por los mandatos
del CPS. Con la ayuda de su madre, Teresa logró sacar a su esposo
de la casa, pero no podían detener el incesante acecho de éste.
Mientras el Departamento de Policía hacía caso omiso de sus súplicas
de ayuda contra el acecho, el CPS le ordenó a Teresa ingresar
en un programa de reunificación familiar que la obligaba a reunirse
con su esposo si quería que le devolvieran a sus hijos. Aunque
Teresa le rogó al CPS que pusiera fin a estas reuniones, el CPS
insistió. Fue una trampa imposible que impedía que ella escapara
de la estable escalada de su esposo hacia el asesinato.
Es difícil pensar en
una política más destructiva que la de un sistema que se vuelca
contra las madres que le piden ayuda. Aunque mujeres de todos
los segmentos de la comunidad han sido atrapadas en esta trampa,
el temor es tan intenso entre las madres latinas que impide que
muchas se arriesguen a pedir ayuda.
Temor
básico a la policía
Es
un hecho que muchas personas inmigrantes traen de sus países de
origen el miedo a la brutalidad e injusticia de la policía. Pero
demasiado frecuentemente las acciones policiacas aquí contra personas
latinas que viven aquí hacen poco para aliviar esos temores. Las
mujeres ven la forma en que la policía trata a sus hermanos, hijos,
esposos y vecinos. Así concluyen que la policía sería la última
a donde llamarían para conseguir ayuda.
En medio de una
difícil batalla para escapar de la violencia de su esposo, y de
una respuesta policiaca que desde el inicio no ayudó en nada,Claudia
nos llamó un día, furiosa por lo que la policía le había hecho
a su hijo adolescente. Él y su grupo de amigos latinos se escaparon
temprano de la escuela temprano una mañana y fueron a la casa
de uno de ellos, donde todos habían estado muchas veces antes.
Los padres no estaban allí, y los vecinos llamaron a la policía.
Al lugar llegaron escuadrones policiacos, así como un helicóptero.
Los policías irrumpieron en la casa, tiraron a los jóvenes al
piso y les pusieron pistolas contra la cabeza. Cuando los jóvenes
trataron de explicar que no eran ladrones, los agentes les gritaron
que se callaran o morirían.
En la estación de
policía, a pesar de que los dueños de la casa llegaron allí e
informaron que, en efecto, estos jóvenes eran todos amigos de
su hijo y siempre eran bienvenidos en su hogar, la policía no
detuvo el proceso, y el fiscal de distrito presentó cargos. Pasaron
meses antes de que un juez conociera el caso y se retiraran los
cargos contra los jóvenes. Claudia pudo escapar de la violencia
de su esposo, pero ahora tanto ella como sus hijos desconfían
profundamente de la policía.
Aunque en nuestro condado
hay numerosos agentes de policía y personal del CPS que tratan
a la gente con igualdad, no hay razón para que no sigamos insistiendo
en que todos lo hagan. Esto aliviaría los temores de muchas personas
y les abriría el camino hacia la justicia.
Se
autoriza copiar y distribuir esta información siempre y
cuando el crédito y el texto se mantengan intactos.
Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
Women's Justice Center,
www.justicewomen.com
rdjustice@monitor.net
Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala
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