A
mediados de marzo del 2000, las madres de tres adolescentes afroamericanas
que estudian bachillerato acudieron a nosotras en busca de ayuda.
Nos dijeron que no habían recibido atención alguna las solicitudes
que ellas enviaron a las autoridades de la Escuela Secundaria
María Carrillo para que éstas protegieran a sus hijas contra el
racismo y el sexismo en dicho establecimiento. Después de considerar
varias opciones, las madres decidieron enviar conjuntamente una
carta a las autoridades escolares, a grupos locales de derechos
civiles y a la prensa. Abajo aparece su carta del 23 de marzo.
A mediados de marzo
del 2000, las madres de tres adolescentes afroamericanas que estudian
bachillerato acudieron a nosotras en busca de ayuda. Nos dijeron
que no habían recibido atención alguna las solicitudes que ellas
enviaron a las autoridades de la Escuela Secundaria María Carrillo
para que éstas protegieran a sus hijas contra el racismo y el
sexismo en dicho establecimiento. Después de considerar varias
opciones, las madres decidieron enviar conjuntamente una carta
a las autoridades escolares, a grupos locales de derechos civiles
y a la prensa. Abajo aparece su carta del 23 de marzo.
Le sigue a esa carta
la reproducción de la respuesta escrita que les fue enviada por
la oficina de la Superintendencia Escolar. Una respuesta que ilustra,
tal vez mejor que cualquier discurso, la indiferencia que enfrentan
las mujeres cuando tratan de conseguir ayuda.
Carta
de las madres - 23 de marzo del 2000
Sr. Tom Crawford
Superintendente Escolar
Somos
tres madres, cada una con una hija afroamericana que, hasta esta
semana, asistía a la Escuela Secundaria María Carrillo. Le escribimos
para manifestarle nuestra profunda preocupación por la seguridad
de nuestras hijas en este establecimiento. Una de ellas fue injustificadamente
expulsada de la escuela el pasado miércoles. Debido a prolongadas
y crecientes hostilidades, ahora tememos que las otras dos jóvenes
asistan a la escuela. De hecho, en los últimos dos días las hemos
mantenido en casa.
Durante el presente
año escolar, y también el anterior, nuestras hijas nos han contado
sobre las hostilidades raciales existentes y sin control que son
dirigidas contra ellas por parte de otros alumnos. Como madres
de familia, hemos sostenido varias reuniones con las autoridades
escolares, cuya ayuda solicitamos para detener este constante
acoso racial y sexual contra las jóvenes. Y nos sentimos muy insatisfechas
con la incapacidad y aparente falta de voluntad de las autoridades
escolares para cumplir su política de "cero tolerancia" hacia
este tipo de conducta, un comportamiento que es tan peligroso
y obstaculiza el derecho de las jóvenes a una educación igualitaria.
En
los últimos dos meses, la situación se ha agravado de manera alarmante.
Han aparecido escritos en las paredes de la escuela que dicen
"(nombre de la joven) es una negra. Le voy a patear el trasero".
Las jóvenes han escuchado comentarios tales como: "Hay personas
negras en mi árbol familiar, y están colgadas de éste" y otros.
Ellas son acosadas por compañeros de clase cada vez que intentan
participar en el Sindicato de Estudiantes Afroamericanos. Algunos
docentes no hacen absolutamente nada para detener este hostigamiento.
En una ocasión, la maestra activamente impidió que una de las
jóvenes asistiera a tiempo a la reunión.
En la escuela se permite
desplegar banderas de la Confederación y usar ropas con mensajes
tales como "el KKK está creciendo" y otros símbolos opresivos,
pese a que varias veces las jóvenes han comunicado a las autoridades
oficiales cuán perturbadoras y ofensivas les parecen estas cosas.
Han sido llamadas "putas", "perras" y "monas". Algunos estudiantes
les han dejado saber claramente que ellas no son bienvenidas en
la escuela. Cuando una de las jóvenes intentó defender su cultura
y le comunicó a su maestra que un comentario que acababa de escuchar
en la clase la había molestado, la docente la regañó y le dijo
más de una vez que se comportara en forma "civilizada". Durante
un espectáculo de talentos, mientras estas jóvenes estaban actuando,
varios estudiantes en el público hacían comentarios con connotaciones
raciales y sexuales. Después de la actividad, cuando ellas lloraban
a causa de este incidente, una autoridad escolar les dijo que
"dejaran el asunto en paz" y no hizo nada para ayudarlas.
En las últimas dos
semanas, estas hostilidades han degenerado en peleas físicas en
por lo menos dos incidentes y los alumnos se están agrupando peligrosamente,
mientras sólo a los estudiantes minoritarios se les responsabiliza.
Nos
preocupa en particular la continua incapacidad de la escuela para
investigar apropiadamente estos incidentes, las medidas coercitivas
que la escuela ha aplicado a las jóvenes, así como la forma discriminatoria
en que cada vez más ha culpabilizado y castigado a nuestras hijas,
mientras permite que los ofensores blancos no sean responsabilizados.
Esta incapacidad de la escuela para proteger los derechos de las
jóvenes, tal como está obligada a protegerlos según los Títulos
VI y IX de la Ley Federal de Derechos Civiles, está alimentando
las conductas racistas y sexistas de los alumnos contra estudiantes
pertenecientes a minorías.
Las jóvenes, profundamente
afectadas y llorando, han sido retenidas en la oficina y obligadas,
bajo coerción de la escuela, a escribir y firmar declaraciones.
Aunque ellas repetidamente han pedido utilizar el teléfono para
llamar a sus madres, las autoridades escolares les han dicho que
no podían hacerlo sino hasta que escribieran las declaraciones.
Adicionalmente, las autoridades escolares reiteradamente han amenazado
a las jóvenes con suspenderlas si no escribían y firmaban esas
mismas declaraciones.
Nuestras
hijas son jóvenes amorosas, inteligentes, sociables y talentosas;
tienen un gran interés en la vida y en la escuela. Han recibido
numerosos comentarios positivos de parte de docentes anteriores
y actuales, quienes las acogieron en sus aulas y disfrutaron de
su presencia. Es completamente incorrecto que las jóvenes últimamente
deban asistir a la escuela sintiéndose temerosas, lastimadas,
y que sus espíritus estén siendo destrozados. Ellas tienen todo
el derecho a asistir a esta escuela, a estar seguras, a sentirse
acogidas, protegidas y queridas. Y la escuela ha sido consistentemente
incapaz de proteger sus derechos.
Le escribimos con el
fin de solicitar su inmediata ayuda para corregir este serio problema
en la Escuela Secundaria María Carrillo. Usted puede comunicarse
directamente con nosotras, o hacerlo a través de Marie De Santis
en el Centro de Justicia para Mujeres al número (707) 575-3150.
Gracias por su atención.
Atentamente,
Firmada por las tres
Madres
Respuesta
de la Superintendencia Escolar -
14 de abrildel 2000
Estimada (nombre
de la madre),
El señor Tom
Crawford me remitió una copia de su carta del 23 de marzo
del 2000. Por lo tanto, en concordancia con los procedimientos
distritales, le adjunto una copia de la Política #1181.2
de la Junta del Distrito, Quejas sobre Escuelas y Empleados
de Escuelas, así como el Formulario de Queja Formal.
Si usted decide
llenar el formulario, por favor envíelo de vuelta, a mi
nombre, a la dirección que aparece al final del mismo.
Atentamente,
Mel Solie
Asistente del Superintendente
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Se
autoriza copiar y distribuir esta información siempre y
cuando el crédito y el texto se mantengan intactos.
Reservados © todos los derechos, Marie De Santis,
Women's Justice Center,
www.justicewomen.com
rdjustice@monitor.net
Traduccion por Laura E. Asturias / Guatemala
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