on
ya 39, según informaciones de prensa, las mujeres asesinadas este
año, varias de ellas presentando indicios de violación y de haber
sido ejecutadas con el tiro de gracia. Una nota del 14 de octubre
publicada en este diario señala que "en esos casos, la Policía Nacional
Civil relaciona los crímenes con venganzas personales" y agrega
que, a raíz de ocho hallazgos registrados en un área de la Zona
4 de Mixco, "las autoridades han empezado a sospechar de la existencia
de un asesino en serie que opera por ese sector".
asan
los años y nada cambia. No hablo sólo de la violencia masculina
que se cierne sobre las mujeres y cabalga descontrolada pues nuestras
demandas caen siempre en los oídos sordos de las autoridades y de
comunes mortales. Me refiero a ese cuento que persisten en hacernos
tragar: que el infame tiro de gracia y muchas fatalidades que tienen
como centro a las mujeres podrían ser evidencias de crímenes pasionales,
de venganzas personales.
Si las autoridades creen
que existe un asesino en serie, se equivocan al especular acerca
de sus motivaciones para matar. Hablar de "venganzas personales"
alude a una relación previa entre víctima y verdugo, pero un asesino
en serie no suele sostener relaciones personales con sus víctimas,
sino las selecciona minuciosamente basándose en determinados factores.
Uno de éstos no es que la víctima sea conocida para él, menos aún
que medie una relación entre ambos. Esa especulación oficial sólo
sirve para luego alegar que fue un crimen pasional y así desvirtuar
su importancia y engavetar el caso.
cerca
de la víctima número 39, que se cree tenía entre 10 y 15 días de
haber sido abandonada cerca del cementerio de Villa Canales, indica
la nota que "algunos vecinos del sector afirmaron que, hace aproximadamente
15 días, en ese sitio se escucharon gritos provenientes de un automóvil,
pero nadie se atrevió a investigar de qué se trataba".
Si alguien todavía duda
de la inoperancia del sistema de justicia, lo anterior es vivo reflejo
de ello. Es cierto que ya poca gente está dispuesta a ir personalmente
a ver qué está pasando, pero el que nadie siquiera busque un teléfono
para llamar a la Policía al escuchar los gritos de una mujer, o
de cualquier persona, denota la total desconfianza en esta institución.
En el caso de la más
reciente víctima (número 40), Nora Lily Castillo Orellana, amenazada,
perseguida y luego asesinada el viernes 13 de octubre por dos presuntos
sicarios, trascendió que el Ministerio Público investiga por qué
esta empresaria no denunció la persecución que sufrió. Otro ejemplo
del pésimo punto de partida de las autoridades. Una vez cometido
el crimen, ¿cuánto realmente importa establecer el motivo por el
cual ella no presentó una denuncia?
n
la mexicana Ciudad Juárez se empezaron a registrar asesinatos de
mujeres desde 1993. En septiembre del año pasado la cuenta ascendía
a 193 y las muertes continúan. Desde un principio las autoridades
(hombres del corte más machista) atribuyeron estos hechos a la conducta
de las víctimas, especulando sobre su decencia. Una actitud oficial
que sólo ha conseguido empantanar las investigaciones. Pero bueno,
apenas son mujeres. Todas pobres. Todas hijas, hermanas, esposas,
novias y madres de otros. Si fueran las suyas, distinta sería la
historia.
Lo mismo está ocurriendo
en Guatemala, toda vez que las autoridades le buscan tres pies al
gato y olvidan que un asesinato es un asesinato y, como tal, se
debe dar con los autores y llevarlos ante la justicia. Y en estos
casos, no perder de vista lo fundamental: que se trata de una sistemática
eliminación de humanas. Con el beneplácito del Estado y de aquéllos
que se dicen buenos, que no matan una mosca, pero tampoco rompen
ese silencio cómplice que perpetúa la violencia contra las mujeres.
|